Ñ u s l é t e r

 

 

-Adiós, amigo. Gracias, maestro.-

 

 


Esto es así

¿Usted no cree en Dios, verdad? me larga una señora sentada repentinamente a mi lado. Lleva tupé y es tan tetona como educada. No se crea, le contesto, según las estaciones. Así me gusta, hijo, la vida es un calvario. El absurdo me dejó estupefacto. Debo señalar, sin embargo, que su presencia resultaba augusta, aunque debajo del vestido calzara unos botines de fútbol muy embarrados. ¿Será por aquello de los tapones de punta? pensé. No, caballero, yo tengo estaño. Soy
la calle. Y empezó a sobar el cadáver de un pájaro.

Adónde irás
Ahora, si tu cuerpo
Se desvanece

Javier Adúriz


Vea este número de Nusléter según Nusléter

 

ÍNDICE

 

POEMAS | Puerta | Madre patria | Padre, doctor | Ay, nono | Dominguez, sí | Atardecer en Puente Márquez
|
Lamento desesperado por Pat Morita | La señalada | That´s all folks | Javier Adúriz |  
GRaFiTi

PROSA | Como su nombre lo indica | Javier Adúriz |   
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POEMAS 



Puerta

Ahí estás cerrada igual que un párpado,
como si detrás no hubiera
un evaporado país, tronar del corno
de la fantasía:
llanura,
mueca o sonrisa
para cada ahogado acontecer.

Raja,
con esplendor vibrando
en el hábito de lo efímero,
cada línea, cada línea
como el dolor
pidiendo aire, corriendo el cerrojo
de una indestructible
eternidad
desmantelada.


Madre patria

En el fondo de casa tengo a mamá partida a machetazos.
Vuelve la pobre, no se conforma y me obsede
cada año bisiesto. Los febrero 29, por ejemplo,
la saco de la bolsa, y la llevo a pasear
por lo cerrado de la noche. Después procedo.

No es agradable, es cierto, salir a la avenida olfateando
muerte. Y más, con mamá en los brazos. Me basta
con cerrar los ojos para verla un poco despeinada
hablando de la carestía de la vida. Como si la vida
fuera barata o cara. Qué sé yo. Cosas de mamá.

Me encanta, eso sí, cuando nos sentamos a tomar la leche.
Si cae en viernes, me la llevo lejos a almorzar
y me la como con furia. Somos gente de carácter.
Quien más quien menos, en la familia, tiene
algo de ayunador o de caníbal. Estilo que le dicen.

De las pesadillas, mire, prefiero no hablar. Son un cine.
Un espectáculo asombroso, horrible sí y con finales
bruscos. Pero las guardo conmigo: es lo único
que sigue, cuando la miseria aprieta y no hay amigos
o la cana llega, como usted, diciendo no se sabe qué.

Ahora la encuentro en las palabras. Ahí la llevo por partes
en esta forma de lenguaje, un poco enajenado tal vez,
pero tan querible, tan íntimo, que no sabría decirle
si lo prefiero decididamente a mamá. Es más callado,
menos inquietante y no depende de los años bisiestos.


Padre, doctor

No sé si sus propósitos son nobles:
hizo de mí un hazmerreír, un monstruo
como experiencia nueva de lo humano.
Su poesía soy yo, alguien de verdad fatuo.

Todo está bien, padre, a no ser el hedor
al mediodía, cuando los retazos
supuran, y no hay gorra que sujete
este frontis desmesurado, malcosido.

Padre, doctor, yo ignoraba, al abrir los ojos
aquel día del rayo fundador, que el ego
es ilusión y se pudre con los pasos.
Ser único no es ser dueño de sí mismo.

Aún me impulsa su afición neobarroca,
pero estoy hueco, padre, mi narcisismo apesta.
Para un hijo, doctor, aullante en las estepas...
¿no conoce de alguna pomadita?

Ay, nono

1
El viejo agita su matraca
desde el catre del patio.
Que viva la revolución,
que Juan Domingo viva
grita, y gime y se babea.

¿Qué queda del ayer?

Si ahora mira con furia
y me escupe despacio:
Sos un nieto de mierda,
fuiste un nieto de mierda...

2
De lejos, de muy lejos,
semejante a un recuerdo,
se baja los calzones.
Traza lenta en el aire la V de la victoria.

Victoria, ¿qué victoria?

De pronto se da vuelta
y aúlla como un niño.
Hay algo extraño en él,
hendido, masacrado,
tan real como un sueño.


Domínguez, sí

¡Claro que estuve! Estuve hasta el final.
Yo desarmé los techos y la máquina, pieza
a pieza, y la subimos al camión. Fue raro,
como desguasar treinta años de una vida.
Había tanto sol que no dejaba de llover.
El resto, ya lo sabe. Nos dejaron en esas oficinas
del centro, donde cobrábamos a veces.
Con los brazos cruzados nos pusimos en fila.
Era como esperar algo cuando no había qué.
No le digo, el hijo de puta de Domínguez
lloraba como un chico. Domínguez, sí.


Atardecer en Puente Márquez

Gaona era de tierra entonces.
A la izquierda se alzaba el paradero
donde se reunía la humanidad
conspicua del lugar: quinteros y linyeras.
Cuánta gloria en cada atardecer.
El olor a eucalipto lo invadía todo
con persuasión invariable, lo mismo
que el rojo derrumbándose al oeste.
Parar ahí se parecía a comprender.
La Tierra era un planeta ingrávido
donde no aflojaba el honor de estar vivo.
Si hasta los perros ladraban ganosos
cuando pasaba la chata de Ortuno.
Ahora hay una ruta, nada más.

para July y Marcelo Ortale



Lamento desesperado por Pat Morita

Pat, Pat, Pat, mil veces Pat, acabo de enterarme,
te has ido. Mi amor por ti se ha vuelto imposible.
Discúlpame que te hable en español doblado,
pero es fácil, conozco de tu facilidad para idiomas.
Además, aquí se habla terriblemente mal, voseando...
Tal vez debas seguirme como a un subtitulado.

Oh Pat, carita de balón (el que por aquí llamamos
pelota de cuero y chutamos en el juego balompié,
ese game en el que los españoles son tan rudos),
oh Pat, qué cruel todo, no verte más, no soñar ya
contigo. Dime, cómo haré para arrastrar la cadena
de mi vida, dímelo, dímelo al menos en un sueño.

Oh jetilla inquieta, rebotín con visajes y mohincillos
tan mononos, de pequeño comediante de carácter,
cómo, cómo haré para hablarte, si ahora sé que estás
más allá de todo, como muerto, como ido a tu the end,
el Paraíso de la Tierra Pura... ¡Te lo digo!: siempre,
pero siempre, siempre, estarás en mi corazón, oh Pat.

Y lo juro, hubiera cogido un aeroplano a Hollywood.
Lo imaginé mil veces mientras trabajaba en la ferretería.
Cada vez que me esnifaba soñaba contigo, Pat,
hasta que me echaron -pero no por ti, no por ti,
oh Pat, sino por las faltas de pasta pegamento,
que hoy se ha encarecido tanto y tiene menos vuelo.

Me arrodillaba detrás del mostrador, oh Pat, y lo creas
o no, remiraba feliz tus tiras de la tele, oh Miyagi.
Pat, Pat, Pat, qué ojos y qué chivita de friki. Y más,
qué enorme tu cintilla de inscripciones, cubriéndote
el frontis, esa cinta o pañoleta o cubrecama blanco,
ilustrado (a menudo) con el sol naciente. Oh, oh,
oh. Cómo hago, dime, cómo hago para vivir ahora.

El amor se fue, Pat, no hay más magnetismo de ojos
perforantes, esos óculos rasgados, algo ridículos sí,
pero que te volvían único, tan distinto de los caritersos.
Por qué, por qué, por qué no viniste a Chacabuco al 300
donde vivo. Yo te hubiera mostrado mi colección
de pistolas tiraclavos, la que hurté de la ferretería.

Oh Pat, discúlpame, voy a llorar, estoy desesperado...



La señalada

Nadie conoce el día ni la hora,
pueblo fantasmal y cagón,
pero ella vendrá
con su cueca de acero en el aire
revoleando silbos, ambigüedad
entre el plomo y la niebla.

Porque ellos vendrán
al compás de sus ponchos de cera,
tirofijos del tiempo
hasta clavar el sol
en alto mediodía.

Molinete honorable de furias,
rajadura en el parche del sueño
qué pronto
cuando te veas venir
luz de otra historia al fin,
radiación en la noche,
primavera.

 

That's all folks

Fumo de paz,
un poquito de buda
chupando mate.




Para leer más ir a: www.javieraduriz.com.ar

Javier Adúriz (Buenos Aires, 1948-2011), poeta, ensayista, docente. Estudió Letras y, durante muchos años, trabajó como docente secundario y universitario, y coordinando talleres literarios. Obtuvo el Premio Nacional de Iniciación, y dos veces, el premio del Fondo Nacional de las Artes. Publicó los libros de poemas: Palabra sola (Losada, 1971), En sombra de elegía (Losada, 1979), Solos de conciencia (Biblos, 1985), Égloga brusca (Biblos, 1993), La forma humana (Del Dock, 1999), Canción del samurai (Del Dock, 2004), La verdad se mueve (Del Dock, 2008) y Esto es así (Del Dock, 2009). Escribió libretos para ópera en versiones de Borges y Armando Discépolo, y codirigió la revista León en el Bidet, editada entre 1996 y 2001. Desde su fundación, colaboró con las publicaciones Omero poesía y Hablar de poesía. Como ensayista, publicó Perlongher (Del Dock, 2000), El soneto: ensayo y antología (Leviatán, 2008), "Posclásico, una aproximación", en Tres décadas de Poesía argentina (Libros del Rojas, 2006), El verso libre (Del Dock, 2009), "Diálogo", en Dificultades de la poesía (del Dock, 2010). Dirigió la colección Traducciones del Dock y, junto a Santiago Sylvester y Rafael Oteriño, llevó adelante un proyecto de ensayos de poesía, llamado Época, con cuatro títulos publicados hasta el momento en Del Dock. Tiene un libro de poemas inédito, Los Nada, que será editado en 2011 .

 

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GRaFiTi

 

"Desde ahora vivo en tu memoria".
En Olazábal 2900, Mar del Plata, Argentina.
Mandado por Bárbara Inés.


Para ver y mandar fotos de graffiti, métase a GRaFiTi, www.escritosenlacalle.com.

 

Muchas gracias.  

a Tope | 24hs


 

PROSA

 


Como su nombre lo indica

1.

Tal vez el verso libre no sea ni verso ni prosa, sino un tercero en discordia, la aleación de ambos. Esto explicaría al menos, por qué adopta la silueta de uno, su carnalidad instintiva, con la respiración de la otra, ese ritmo singular que no remite al canto, aunque tampoco lo excluya. Nomen numen: doble en origen, dúplice en su armado y con música ambigua, en su nombre parece hablar su destino: la fantasía errante del hombrecito que lo tienta. Y todo, para nuestro desmayo, dentro de un designio que Lugones le había presentido: “El verso libre quiere decir, como su nombre lo indica, una cosa sencilla y grande: la conquista de una libertad”. Y qué curioso, en el tenor de esta frase, ya profetiza la evolución de su práctica: tan parvular al comienzo, como a la larga plena de intención.

Según se sabe el origen de la criatura es doble, casi en simultáneo norteamericano y francés. Rasgo indicial que da qué pensar. Un apareamiento en ruptura, siempre litigioso dentro del campo de la poesía, como si el organismo portara en su entraña la suma de los derechos del hombre, una revolución para siempre contra los cercos mentales y las limitaciones que provee cada circunstancia. Algo que debe residir en el afán libertario de la conciencia humana, cuya interpretación la democracia borrosamente refleja.

Por el lado norteamericano, la prelatura le corresponde a Whitman, cuando pone en escena la ilusión del canto que nos atañe a todos. Él es la vis participativa del instrumento, surgido de una alternativa compleja. En lo formal, distanciándose de la tradición poética heredada, en particular el tranco sonoro del pentámetro; aunque en lo íntimo, proclamando cierto laicismo, como una protesta contra lo protestante, no bien alienta un yo múltiple y expandido bajo paradójica enunciación del individualismo.

El lado francés, en cambio, es múltiple. Trabajador en secuencia, lo hace siempre hacia la zona oscura del alma. El primero, cuándo no, Baudelaire, quien busca en la prosa una antítesis para su insatisfacción por lo metros conocidos. Es lo que le dice en la dedicatoria de su nuevo libro a Arséne Houssaye: “¿Quién de entre nosotros no ha soñado en sus días de ambición, el milagro de una prosa poética musical, sin ritmo y sin rima, suficientemente ágil y lo bastante bronca para adaptarse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia? Este ideal obsesivo nace sobre todo de la frecuentación de ciudades enormes, del cruce de innumerables relaciones.”

Después: Rimbaud, en traje de joven manos de tijera, cuando perfora por la misma brecha, en carta famosa a Demeny. “Las invenciones de lo desconocido reclaman formas nuevas”, dice, siendo que esas formas nuevas en plural, de inmediato habrían de ser la prosa de Las iluminaciones, y los dos primeros poemas en verso libre de su lengua que ahí entrevera. Y esto, con el mágico expediente de cortar la prosa, a gusto y oído, aunque manteniendo la sensualidad de la imagen para reforzar la índole.
Por fin, en 1886, los muchachos, el futuro. Jóvenes con oído nuevo dan el empujón definitivo a la constitución del verso libre. En la revista “La Vogue”, Gustave Kahn y sus amigos no sólo publican traducciones de Whitman; también la primicia del libro de Rimbaud, conseguido no sin misterio; y por supuesto, sus propios ejercicios virginales. Una masa crítica que muy pronto habría de viajar en muchas direcciones, incluso hasta nuestro país.

2.

Macedonio Fernández, Ricardo Güiraldes y Leopoldo Lugones enumeran ya en otro siglo, el primer triunvirato del procedimiento. Con todo lo ilustres que fueron, tuvieron que lidiar sin embargo con un formato precario, cercano a sus horas de origen. Una criatura emparedada entre la medida y lo indeterminado. Aun así hicieron lo suyo y ahí quedan, en el inframundo de nuestros sueños, y por cierto con el mote algo mezquino de precursores. Una denominación de quien lee con el futuro puesto y observa evolutivo lo que en sí mismo no tiene evolución: sólo concepciones del tiempo, fantasías personales, cuestiones sociales y usualmente, posicionamiento político. Por eso, los queramos o no, los tres son nuestra historia.

Macedonio y Güiraldes le entraron a la revuelta desde la prosa. Por eso, aquél se olvidó rápido del puñado de poemas que había publicado en la antigua “Martín Fierro”, y no volvió sobre ellos hasta meditar sobre el fenómeno. Y el otro los tiró al aljibe. Sin embargo los dos fueron afortunados. El porvenir bendijo a Macedonio, porque le escapó al ídolo de la simetría. En sus ensayos sobre Belarte, su nominación bizarra de arte verdadero, postuló la ventaja de la prosa, como un fluido capaz de retener la virtud de la mimesis para con lo vivo. Sobre todo, por su aliento discontinuo. Todo lo contrario, a su criterio, que el compás y la métrica fija, cuyo peor escenario deriva, por énfasis del alma, a la grotesca declamación.

Güiraldes, por las suyas, a diferencia del otro, no consideraba la rima y el compás como si fueran pestes sonoras. Buscaba nada más lo nuevo, algo que compraba en París e injertaba en nuestra civilización del cuero, semestralmente. Eso mismo que los jóvenes del ’20 habrían de ponderarle claramente poco más tarde: el talento para combinar, en El cencerro de cristal, prosa y verso; alternar la línea libre con la medida, el verso suelto y el rimado, aparte de esa vaga atmósfera mallarmeana, por el juego insinuado con los blancos de la página.

Pero el titán consular es finalmente Lugones. Su mirada sobre el verso libre fue la de un hombre que lo amó conforme a un correctivo, en el orden de una actividad social contribuyente al positivo progreso. A sus ojos, escribir verso libre era practicar antes que nada la rima, un concierto propulsor de estrofas polimétricas. En este sentido bien acotado, no supo ir más lejos que sus otros colegas modernistas. Pero sí, en lo que toca a la imaginería y la música.

La sección “Lunas” de Lunario Sentimental es la prueba. Ahí consigue un asombroso zigzag de conservación y ruptura, con el delirio que le aplica al fino oído simbolista. En estos términos, no termina gratuito rimar insufla con pantufla, si hace de la unión entre lo culto y lo vulgar, una mezcla extrañante de lo alto y lo bajo, desfondando lo aprendido. Y todo, bajo el oleaje batiente de un vocabulario dispar en imaginación también dispar.

Pero mi punto es éste. Su pequeña revolución francesa consistió a la postre, en volver argentina la rima. Ese repicar que desde su origen en las lenguas romances insinúa la concepción armónica del universo, como canto de las criaturas. Un implícito que le llega desde los años del bajo latín, a través de los primitivos himnos cristianos que es, al fin y al cabo, por donde la rima ingresa a nuestro idioma.

Pues bien, Lugones no quería irse de la rima porque olfateaba la vecindad de la prosa, y se dio maña para espejar el caos local del popurrí inmigratorio, el hirviente caldero de hablas que su titanismo procuraba encauzar. Y en esta tesitura conservó sus artificios sonoros para empardar lo que en su tiempo fuera crisol disonante; eso aparte de su ambición personal: la de ser el padre exclusivo de nuestra poesía moderna, como efectivamente lo fue.

Para leer el ensayo completo haga clic.

Este ensayo abre el libro El verso libre, de la colección Época (Ediciones del Dock, 2010).


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S e r v i c i o s  Ñusléter

 

 

Escribimos textos para leer con ganas: al punto, sin errores, dirigidos a públicos específicos. Para sitios, revistas, folletos y otras publicaciones.
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