~ u s       ´

 

n        l e  

                       

            t e r

 

 

-criminal literario-

 

# 160

 


 

"No te diré cómo fui hundiéndome, día tras día, entre los hombres perdidos, ladrones y asesinos y mujeres que tienen la piel del rostro más áspero que cal agrietada. A veces, cuando reconsidero la latitud a que he llegado, siento que en mi cerebro se mueven grandes lienzos de sombra, camino como un sonámbulo y el proceso de mi descomposición me parece engastado en la arquitectura de un sueño que nunca ocurrió." Roberto Arlt

 


 

ÍNDICE

 

CUALQUIERA | En la puerta de la cueva |

DEFINICIÓN | Achurar |

ENCUESTA

ÑUSLETER en VIVO | Hechos |

PROSA | El asesinato del cartero Farbos | Carlos Cúneo | Abel González |

ETIMOLOGÍA | Delito | 

GRAFFITTI  
ENLACES | Lunfardo | Mundial |
SUSCRIPCIONES | Promoción |

AGRADECIMIENTOS
CONTACTO | niusleter@niusleter.com.ar | 

 

Ñusleter 24hs


 

CUALQUIERA

En la puerta de la cueva

    Penetrar en la vida de un pícaro, aquí en Buenos Aires, o, mejor dicho, en lo que en lenguaje de ladrones y gente maleante se llama mundo lunfardo, es tan difícil como escribir en el aire.
    Aquí se vive a ciegas, con respecto a todo aquello que pueda servir para dar luz sobre un hombre: la policía, para desempeñar su misión, tiene que hacer prodigios, y parece imposible que obtenga los resultados que obtiene, dada la clase de gente en que las circunstancias la obligan a reclutar su personal subalterno y el medio en que actúa.
    Las policías de Londres, París y Nueva York, dotadas de mil recursos preciosos, no tiene nada de extraño que puedan encontrar un delincuente dos horas después de haber cometido el delito: lo admirable sería que pudiesen hacerlo aquí.
    Quisiera ver a esos graves policemen de que nos hablan los libros, en este escenario, en que no existen registros de vecindad, en que se ignora el movimiento de la población, en que la entrada y salida de extranjeros es un secreto para las autoridades, en que uno puede ser casado diez veces, tener quince domicilios, mil nombres distintos y quinientas profesiones diferentes, y todo en la mayor reserva, no digo para la autoridad, sino para los hijos, la esposa, los hermanos y hasta los vecinos, por más curiosos que sean.
    Aquí nos hemos ocupado del adoquinado y rectificación de calles, de formación de paseos, de obras de higiene convencional y de todo aquello que luce a primera vista; pero respecto a organización social, a medios de conocernos y controlar nuestros actos todos los convecinos, vivimos como en tiempo del coloniaje.
    ¿Por qué no se ha establecido el registro de vecindad y todos sus derivados?
    ¡Que lo diga la Municipalidad, que tiene encarpetadas las notas en que se lo han pedido todos los jefes de policía habidos hasta hoy!
    Viviéndose como se vive aquí, un pillo anda a sus anchas, hasta que un mal paso, demasiado claro, lo pone bajo los ojos de la policía, que es andariega y husmeadora, y que si no lo fuera –de lo cual Dios nos libre y nos guarde– no faltaría quien le robara a uno hasta los pelos de la nariz sin que sintiese cuándo se los arrancaban.
    Y caer bajo los ojos de un empleado de policía es lo mismo que caer bajo los de toda la repartición, pues unos a los otros se van enseñando el mal hombre –cuya filiación, nombre y costumbres, si no se inscriben en un registro, quedan sin embargo grabadas en la memoria de quienes no lo olvidarán jamás y serán capaces de encontrarlo más tarde, aunque se transforme en pulga.
    Los lunfardos dicen, con ese motivo, cuando dan con algún agente que aún tiene paciencia para oírles sus disculpas y lamentos:
    –¡Vea, señor!... ¡Más vale ser caballo de tramway que pillo conocido!

Ellos

    Entre los lunfardos hay cinco grandes familias: los punguistas, o limpiabolsillos; los escruchantes, o abridores de puertas; los que dan la caramayolí o la biaba, o sea los asaltantes; los que cuentan el cuento, o hacen el scruscho, vulgarmente llamados estafadores, y, finalmente, los que reúnen en su honorable persona las habilidades de cada especie: estos estuches son conocidos por de las cuatro armas.
    Más vale toparse con el diablo que con uno de estos príncipes de la uña, de los cuales Buenos Aires cuenta más de un ejemplar.

    Ellos son, generalmente, los que educan y forman los muchachos, esmerándose en aquellos que revelan mejores facultades: son los que dirigen los golpes de importancia; los que dan el cebo, o sea el dinero necesario para realizar el robo, que hasta para eso se precisa plata, dada la situación a que ha llegado el mundo; en fin, son los grandes dignatarios de su orden. Cada especie tiene su fisonomía especial, sus costumbres propias y su manera de ejecutar un trabajo, por más que todas tengan siempre un punto de contacto, menos el punguista, que es siempre el empresario de sí mismo.

Estas lecturas pertenecen al libro Memorias de un vigilante (1897) de Fray Mocho

a Tope | 24hs


 

DEFINICIÓN

 

ACHURAR, Quitar las achuras de una res.
Folkloredelnorte A: [...] saben del uso del cuchillo si hay que cortar cuero para trenzar cuerear o achurar un vacuno o un cordero para comer o bien moldear un palo para alguna necesidad.

 

2. fíg. coloq. Matar, por lo común con arma blanca.
R.J. Payró, Casamiento, 1920, 13: ¿Cómo puede vivir esta pobre mujer, en tanta soledad?, pensé. Los perros no bastan para cuidarla, porque cualquier malevo los achura.

 

Del Diccionario del habla de los argentinos.

 


 

ENCUESTA

 

En 60 palabras, ¿se anima a cometer un crimen?

 

Envíe sus respuestas a: niusleter@niusleter.com.ar

 


 

ÑUSLETER en VIVO

 

Se levanta del catre Florián y del cajón de la cómoda cacha el bufoso. Sale de la pensión calzado, sin ánimo de usarla, a no ser que la cosa se complique. Antes de llegar al lugar señalado, tendrá que juntarse con Garófalo y el Rata para que le den las instrucciones. Si no la pifia, a eso de las cinco estará mateando en su cama; bajo el colchón, ya escondidos, los fajos de billetes.  

 

 

¿Qué va a hacer? Taller Literario.

Encuentros de leer y escribir.

 

Planifican: Fernando Aíta y Alejandro Güerri

 

Para más información: 
O bien:
niusleter@niusleter.com.ar (Asunto: Taller literario).

 


 

PROSA

 

El asesinato del cartero Farbos

    El agente de policía Jesús Ramírez tenía dos condiciones que eran reconocidas por sus amigos y superiores: la de ser un buen padre de familia y un hombre valeroso. Sin embargo, esta última de sus virtudes —aunque no es para menos— flaqueó un tanto la noche del sábado 22 de abril de 1894. Ese día, a eso de las 23, el templado vigilante de la comisaría 5° se topó con un macabro hallazgo que le impediría descansar y conciliar el sueño por espacio de mucho tiempo. Algunos años después, Ramírez recordó esa noche de la siguiente manera: “Cuando vi lo que contenía el paquete me quedé paralizado de terror y de repugnancia. Durante un largo rato me quedé sin habla, parado en la esquina sin saber qué hacer; recobrarme de esa impresión me costó meses y meses. Aun hoy, que pasaron ya 40 años, suelo acordarme con miedo de aquella noche. Pienso, ahora, que en aquel instante estuve a punto de volverme loco, de perder el juicio para siempre”. ¿Qué ocurrió la noche memorada por Ramírez para que se produjera en su ánimo, acostumbrado a tutearse con el peligro, una sensación tan vívida, capaz de perdurar cuarenta años después? Quizá sea mejor remitirnos a los diarios de la época en procura de una respuesta.
    Leemos en uno de ellos: “En la noche del sábado 22, siendo aproximadamente las 11 horas, se acercó una persona al agente de la sección 5° Jesús Ramírez que se hallaba de facción en la esquina de Montevideo y Cuyo y le hizo notar que enfrente de un edificio en construcción situado en la calle Montevideo entre Cuyo y Corrientes, a la mitad de cuadra, se encontraba bajo el cordón de la vereda un envoltorio que no sabía qué contendría. El agente, en compañía de dicha persona se dirigió a aquel sitio y revisó el envoltorio. Este estaba formado de dos almohadas, una de lana y la otra de plumas y un almohadón, un calzoncillo, una funda de sofá, una camiseta y una revista de cocina y envuelto entre todos estos objetos con algunos trapos, algo que en los primeros momentos no supieron definir qué sería.
    “El agente Ramírez tocó llamada de oficial y se puso a revisar aquel objeto que resultó ser la caja del cuerpo de un hombre, a la que le faltaba la cabeza, los brazos y las piernas, cortadas en sus nacimientos. El agente tocó aquel cuerpo, notando que aún se encontraba caliente, lo que demostraba que no hacía mucho tiempo que el crimen se había cometido” . El comisario Juárez, de la seccional 5°, acompañado por algunos de sus hombres se trasladó hasta el sitio del hallazgo, donde procedió a reconocer los restos encontrados. Supuso, en un primer momento, que se trataba de una broma de algunos estudiantes de medicina, que —para asustar al agente de facción— habían arrojado en ese lugar un cadáver proveniente de alguna sala de disección. Se basaba en el hecho, para emitir ese juicio, de que en el lugar del encuentro existían varias casas de estudiantes, cuyos moradores, ya en otras oportunidades, habían dado trabajo a la policía con sus ocurrencias. Con todo, algo debió haber sospechado el funcionario, pues ordenó a uno de sus ayudantes que diera cuenta del hecho al general Manuel J. Campos, quien ocupaba —por entonces— el cargo de jefe de policía.
    Trasladado el tronco descuartizado a la comisaría 5° para que fuera examinado por el médico legista, doctor Soage, pudo establecerse que “se notaba en aquellos restos muy pocos rastros de sangre, lo que se explica porque el criminal ha tenido la precaución de ponerle al cuerpo, en las extremidades, sal gruesa y aserrín para evitar la salida de la sangre que podía ser un inconveniente al transportarlo al sitio donde lo ha dejado. El cuerpo no presentaba un solo rasguño, lo que hace suponer que la víctima ha sido degollada, procediendo después el o los criminales a la horrible operación de separar del tronco la cabeza, los brazos y las piernas”. No se trataba, en consecuencia, de una simple broma de estudiantes de medicina, sino un terrible homicidio, que terminó por captar la atención de toda la ciudad.

    El héroe del momento -aunque su gloria acabara por ser bastante efímera- fue el señor Eduardo Thwaites, descubridor del cuerpo. Los periodistas y los autores de folletines lo acosaron a preguntas, pues de acuerdo con sus primeras declaraciones, él había visto al asesino en el momento de librarse del cadáver y podía ser, por esa misma circunstancia, un personaje clave en el esclarecimiento del crimen. Un conocido folletinista de la época, maestro de las novelitas por entrega, le arrancó las siguientes declaraciones que -entre uno que otro detalle cierto- almacenaban una fuerte dosis de imaginación febril. De cualquier manera, puede resultar interesante cotejar las declaraciones de Thwaites con lo ocurrido en la realidad. “Al llegar a la calle Montevideo -asegura- vi que la persona que iba delante mío por Corrientes, llevando a cuestas un pesado bulto, se detenía para observar cuidadosamente alrededor suyo. No debió haberme visto, ya que se alejó a toda carrera por Montevideo hacia Cuyo. Cuando llegó a mitad de cuadra tiró el paquete contra la tapia de zinc del edificio de los Spinetto y le aplicó después dos fuertes patadas, tras lo cual desanduvo su camino despaciosamente y mirando para atrás, a efectos de vigilar los movimientos del agente de policía que estaba en Cuyo y Montevideo. A mí me pareció extraño su proceder y me oculté en un zaguán para que el hombre, al pasar necesariamente por mi lado, pues yo lo había seguido con precaución, no me viera y se alertara. Aunque había poca luz pude distinguirlo perfectamente: era muy bajo y deforme, mediría apenas un metro y cincuenta; su cara estaba cubierta por una barba espesa y negra; la nariz aguileña se destacaba mucho de la cara y sus brazos eran larguísimos y las manos potentes. Vestía traje negro, pañuelo rojo al cuello y amplio sombrero de mosquetero". [...] 

 

¿Cómo sigue el caso?


Carlos Cúneo y Abel González escribieron juntos el volumen La delincuencia para la colección "La Historia Popular / Vida y milagros de nuestro pueblo", publicada por el Centro Editor de América Latina.
 

a Tope | 24hs

 


 

ETIMOLOGÍA

 

DELITO, 1301. Tomado del latín delictum ídem, propiamente participio de delinquere 'faltar', 'cometer una falta', derivo de linquere 'dejar'.
DERIVADOS. Delictivo. Delictuoso. Delinquir, 1423, de dicho delinquere; delincuente, 1449, del participio activo del mismo verbo; delincuencia. Deliquio 'desmayo, desfallecimiento', 1616. tomado del latín delíquium 'falta, ausencia', derivo de delinquere (el significado se ha alterado recientemente por influjo de delicia).STO. Mu.

 


 

GRAFFITTI

 

"Si las chusmas fueran flores, el barrio sería un jardín". Lo vio Violeta en la esquina de Revoredo y Río de Janeiro (Castelar).
 

"ZERDA CORNUDO. HILDA ES NUESTRA". En el exterior de un coche furgón, vías del ferrocarril Sarmiento (castelar), que lo mandó Anía.

 

"Morimos de pie". En Ensenada y Luis María Campos (Avellaneda).
 


 

ENLACES

 

Qué es el lunfardo

 

Literatura guatemalteca

 

Lo mejor del mundial
   


 

SUSCRIPCIONES

 

Promoción invierno: suscriba a un/a amiga/o y sienta menos frío. 

 

Si desea recibir Ñusleter  

envíenos un mensaje con asunto "Yo También Quiero" a niusleter@niusleter.com.ar

 

Si no desea recibir Ñusleter  

envíenos un mensaje con asunto "Ya Estoy Harto" a niusleter@niusleter.com.ar

 

a Tope | 24hs



AGRADECIMIENTOS

 

Martín Szyszlican-Mauroliver, abrebochos

Los Patitos

mei

Mariano Carrara

Javier Adúriz

Carlos Pereiro

Francisco Garamona
Mariano Valcarce, Soporte Técnico

Beatriz Morera

Gonzalo Cazas

Darío Cánovas

Fabián Rodríguez

Andrés Pezzola
Juan Carlos Escobedo Mendoza
Mauro
Roberto Malatesta
Ale Ripamonti
Daniel Fernández
Esteban y Fede Güerri

Fede Merea

a Tope | 24hs


 

ÑUSLETER las 24 hs en:

http://www.niusleter.com.ar