N u s l ẽ t e r


#89

-encuentros de lectura y escritura-


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"Es invariablemente a través de nuevos ojos las cosas a las que uno ha extendido su capacidad de adaptación." Francis Scott Fitzgerald

"La suerte es loca como la boca de una mujer." (¿En qué tango?)


ÍNDICE

PROSA | De lo circunstancial o lo efímero | Augusto Monterroso |
ENCUESTA
GRAFFITTI
DEFINICIÓN | Varias |

TALLER LITERARIO | Bichito |
FIGURITAS | Hendíadis |
POEMAS | Paisaje con autor | La mía | Romance de barrio  | Jorge Aulicino |

AGRADECIMIENTOS
ENLACES | Arte | Latinos |

SUSCRIPCIONES
RESPUESTAS | ¿Sí? |
 


PROSA

De lo circunstancial o lo efímero (fragmento)

    Desde el primer momento, cuando lo vio entrar, supo de qué se trataba; pero de todos modos tenía que permitir que fuera él quien se lo dijera. Entonces, con un papel en la mano, él le informó:
    –Me lo gané.
    –¿Qué cosa? –respondió ella perseverando en dejar entender que no imaginaba nada. Vocacionalmente buena, sabía que con su actitud expectante le proporcionaba una alegría extra.
    Por supuesto él sabía que su mujer sabía; pero estaba seguro asimismo de que si en el matrimonio no se sigue este juego las cosas, de puro sabidas, terminan por perder interés, ya que en ese estado al cabo de cierto tiempo el uno y el otro se conocen tan esencialmente que en el momento en que uno piensa cualquier cosas el otro por lo general está pensando esa misma cosa, y a veces hasta la dicen los dos simultáneamente ante el asombro de ambos, que siempre declaran: qué curioso, en eso mismo pensaba yo; sin que ninguno sepa de qué manera, pero en forma tal que los dos terminan por creer y en ocasiones hasta por estar seguros de que eso significa quererse, y uno y otro lo comentan y conversan del tema entusiasmados y todavía unos minutos después, cada quien por su lado, queda como reflexionando que sí, que efectivamente eso significa quererse.
    –El premio del concurso. El coche.
    –¡No! –dijo ella pensando esto hay que celebrarlo, voy a sacar hielo para el ron. Y creyéndolo más que nunca añadió:
    –No lo puedo creer.
    Contra su timidez, y más que nada contra el peligro de que su mujer sospechara que de veras se sentía escritor, él se atrevió a comentar:
    –Para mí lo importante es haber escrito el cuento y haberlo enviado al concurso aunque perdiera. El coche no me interesa.  
   
“¿Cómo?, ¿con la falta que nos hace?”, pensó ella. Y se imaginó a sí misma con el cuello envuelto en una bufanda de lana manejando por la avenida Reforma y diciendo adiós a sus conocidos con un despreocupado movimiento de la mano izquierda mientras con el rabo del ojo derecho vigilaba que todo fuera bien con la marcha. Pero nada más por seguir el mecanismo de la conversación propuso sin énfasis:
    –Pues si no lo quieres lo vendemos.
    –Bien sabes que no se trata de eso –dijo él–. Claro que lo quiero. Pero, ¿no te alegras? Fíjate, escribo el cuento casi sin ganas, únicamente por ver qué salía, como jugando, y me gano el premio. ¿A mí qué me importa el coche? Ahora me gustaría más poder escribir, bueno, leer, escribir.
    –Entonces déjamelo a mí –dijo ella. Y consideró en serio esa posibilidad, aunque en el mismo momento empezó a recordar que cuando se hallaba en la ventana de un edificio alto y miraba a la calle le daba miedo pensar lo que sentiría allá abajo el día que tuviera que manejar entre tantos coches que desde arriba se veían como moviéndose solos, como juguetes o como quién sabía qué.
    –Te repito –dijo él recibiendo cuidadosamente de manos de ella otra copa de ron con agua y hielo– que para mí el coche es lo de menos. Lo bueno es que ahora sí voy a escribir.
    –Claro que sí –dijo ella.
    –No quiero seguir toda la vida corrigiendo pruebas. Ni tú ni yo manejamos –agregó, como si de pronto descubriera este hecho y viendo fijamente sus zapatos nuevos.
    –Muy bien, muy bien, ni tú ni yo manejamos, ¿vamos a contratar un chofer? –afirmó ella dos veces y preguntó una, a sabiendas de que era tan obvio lo primero como absurdo lo segundo, y de que quizá la respuesta de su marido sería: “¿No se te ha ocurrido que podemos aprender?”, en tanto que él, mientras añadía un poco de ron a su copa porfiaba entusiasmado en que qué bueno que se había decidido y que ahora iba a escribir aunque no comieran y aunque a ella no le gustara.
    Pero ella, añadiendo otro tanto a su copa, declaró:
    –¿Cuándo me he opuesto yo? Tú a lo tuyo, que es lo único que te importa. Yo voy a aprender y ya. Bueno, quien sabe si tú puedas con tus nervios.
    –¿Qué pasa con mis nervios?
    –Basta verte en este momento.
    –En este momento es otra cosa. Bueno, bien, estoy nervioso; pero a mí me alegra el premio por lo que di, no por lo que me hayan dado. No creo que esto lo entiendas –persistió él preguntándoles si deseaba más ron y sirviéndose más a sí mismo.
    Para ordenar la discusión ella dijo que él bien sabía que a ella también le alegraba por eso; pero que lo que ella decía era que aprendía él o aprendía ella o aprendían los dos.
    –Muy bien, aprende tú. De ahora en adelante tú te dedicas a lo tuyo y yo a lo mío. Si quieres, después cambiamos.
    –¿Por qué tienes que ser sarcástico conmigo? –dijo ella súbitamente ofendida en serio y añadiendo que él no era más que un acomplejado como toda su familia, que le daba miedo progresar.
    –No soy sarcástico contigo –respondió él; en serio: si lo deseas cambiamos, de ahora en adelante tú escribes y yo cocino.
    –¿Ves? Lo que quieres es que yo no use el coche. Bien sabes que nunca vas a escribir porque te mueres de temor o de vanidad, o de miedo al fracaso, o al éxito o a saber a qué diablos –fue destilando ella con lentitud y firmeza, animada a la crueldad por un resentimiento desconocido y por el alcohol y con la intención de herir de veras a fondo.
   
-¿Empezamos otra vez? -interrogó él, seguro de que así era, de que una vez más empezaban. 
    -Sí; y otras mil veces, porque eres un egoísta. 
   
(...)


Augusto Monterroso (1921-2003) nació en Guatemala, donde participó de la fundación de la revista Acento y publicó, sueltos, sus primeros cuentos. A los 23 años, se fue a vivir a México, país en el que residiría hasta su muerte. En 1959, editó su primer libro, Obras completas y otros cuentos. A este, le siguieron: La oveja negra y demás fábulas (1969), Movimiento perpetuo (1972), Lo demás es silencio (novela, 1973), Viaje al centro de la fábula (1981), La palabra mágica (1983) y La letra e: fragmentos de un diario (1987), entre otros.   

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ENCUESTA

¿Se anima a escribir una carta de amor, imaginaria o real, en no más de (estrictas) sesenta palabras? Déle.

Envíe su carta a: niusleter@niusleter.com.ar


GRAFFITTI

"Chorros
Thieves" 
Sobre la puerta del Lloyds Bank, esquina Perón y Florida. Lo agendó Fede Pedro Merea.


DEFINICIÓN

Compromiso, s. Arreglo de intereses en conflicto que da a cada adversario la satisfacción de pensar que ha conseguido lo que no debió conseguir, y que no le han despojado de nada salvo lo que en justicia le correspondía.

Costumbre, s. Cadena de los libres.

Discriminar, v. t. Señalar los aspectos en que una persona o cosa es, si cabe, más criticable que en otros.

Egoísta, s. Persona de mal gusto, que se interesa más en sí mismo que en mí.

Egoísta, adj. Sin consideración por el egoísmo de los demás.

"Indecisión, s. Factor principal del éxito, porque como dice Sir Thomas Brewbold, "sólo hay una manera de no hacer nada, y muchas maneras de hacer algo, y entre estas una sola es la correcta; de ahí que el indeciso que se queda quieto tiene menos probabilidades de equivocarse que quien se lanza a la acción".
--Su rápida decisión de atacar --le dijo cierta vez el general Grant al general Gordon Granger-- fue admirable. Sólo tuvo usted cinco minutos para decidirse. --Si, señor --respondió el victorioso subordinado--, es importante saber lo que debe hacerse en una emergencia. Cuando no sé si atacar o retirarme, jamás vacilo: tiro al aire una moneda. --¿Quiere decir que eso es lo que acaba de hacer?-- Sí, mi general, pero le ruego no reprenderme. Desobedecí a la moneda."

Ambrose Bierce, Diccionario del diablo.

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TALLER LITERARIO

-Mirá, cuando te conocí, te di pelota porque me hablabas en sinónimo, y me escribías poemas, y mails, que cuando estabas conmigo sentías cómo las estrellas se susurran, y que la luna te guiña un ojo, y qué se yo cuántas otras delicias...

Francamente.
Taller Literario. Encuentros semanales de lectura y escritura.

Atienden: Fernando Aíta y Alejandro Güerri

Llame al 4896 0140 o al 4205 4284.
O escriba a:
niusleter@niusleter.com.ar


FIGURITAS

Hendíadis o Endíadis: (Hendiadyoin: en día dyoin, uno por medio de dos): Figura retórica que consiste en utilizar dos sustantivos en lugar de un sustantivo y un atributo; p.ej.: Pateris libamus et auro = Bebemos de cálices y de oro, en vez de "Bebemos de cálices dorados" (Virgilio, Geórgica).

También:
Patres et conscriptis.
Viejos y Chotos.
Vivíamos de joda y de lujo.


POEMAS

Romance de barrio

Tres versiones sobre vos son posibles.
Una, la estación de lluvias y una dama de pique que baja de un taxi;
otra, la enfermedad, el desasosiego, las
polillas aplastadas con el dedo en un ventanal frente al mar;
la última: la cita lejana de abril, la humedad,
las sequías, la fuga al galope tendido hacia el desierto,
un hombre entre restos de un naufragio construyendo
casas con mesas, jardines con madera podrida,
un casco con la vieja cacerola para parar
la lluvia de meteoritos, la simplicidad del momento. 


La mía

Todas las clases sociales tienen
su dulce manera de ser.
Menos vos que me mirás a los ojos. 


Paisaje con autor


Vivió una escenografía de libros abandonados,
un televisor encendido después de la transmisión
y cigarrillos sin terminar.
Procuraba mirar de frente a los objetos:
las roturas del asfalto o las plantas de un acuario.
Pensó en los objetos, soñó con objetos,
vivió rodeado de objetos sin traducción.
El mal y el bien no parecen distintos detrás
de un vidrio tan nítido. 
Ahora piensa que el mundo está arreglado
de acuerdo con ciertos propósitos.
Y más allá de ellos los objetos se destiñen sin objeto.
El mundo se rinde de esta manera y uno sonríe
sin entender en qué consiste el triunfo,
mientras el sol brilla sobre una botella en los techos
o escucha los trenes o la lluvia
que vuelve a caer donde había caído y agrega
hongos, óxido, humedad, ciertos olores
a un paisaje que sin embargo no termina de explicarse. 


Jorge Aulicino
es argentino. Trabaja como periodista y escribió los siguientes libros: Vuelo bajo (1974), Poeta antiguo (1980), La caída de los cuerpos (1983), Paisaje con autor (1988), Hombres en un restaurante (1994), Almas en movimiento (1995), La línea del coyote (1999) -reunidos todos en la antología La poesía era un bello país (2000)- y La luz checoslovaca.

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AGRADECIMIENTOS

¿Escribís mensajes electrónicos románticos, Mariano Valcarce, Soporte Técnico?
Daniel Liñares, amigo y generoso.
Mei. 
Mariano Carrara. 
Mauro Oliver
José Luis Pascuet.
Alberto y Ana María Güerri.
Julián Cánepa.
Fabián Casas.
José Luis Mangieri
Cecilia Zabala, lectora atenta y buena onda.

Mariano Valcarce, Soporte Técnico, encuentra recomendable "ser austero con los emoticones".


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ENLACES

Textos sobre arte, manifiestos, pintura:
http://www.coleccioncisneros.org/ind_index.asp

Página de literatura latinoamericana:
http://www.angelfire.com/id/ssims/antologiageneral.html


RESPUESTAS

¿Sí?

Si. Pero los hombres no saben la dimensión de esta palabra, así que -si te sostienes y puedo confiar en tí- si. 
César Espinosa Vera

Absolutamente, es más te digo que era ver para creer.
Lucas Aguilar

... y bueno, dale!! Sí!!, te lo juro!!, tipo qué, tipo qué, tipo que me miraba y no sabés!!!, tipo que era re lindo!!...
R. G. L. D.

shes, sip, ahá, yi, seeee
Lulita

Sí, por supuesto. Después de mucho revolcarnos amanecimos. Más temprano.
Silpirr

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