Ñ u s l e t e r


#52

-boda literaria-

 

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"Experimento por ti una mezcla de amistad, atracción, estima, ternura del corazón y estímulo de los sentidos que constituyen un todo complejo, cuyo nombre ignoro, pero que juzgo sólido. Te reservo en lo íntimo de mi alma bendiciones húmedas de lágrimas. Estás en un rincón, un rinconcito dulce, para ti sola. Aunque ame a otros, tú quedarás siempre ahí (me parece); serás como la esposa, la preferida, aquella a quien se vuelve." Gustave Flaubert

"-No se case usted nunca con ninguna, Dorian. Los hombres se casan por cansancio; las mujeres, por curiosidad; ambos quedan chasqueados.
-No creo probable que me case, Harry. Estoy demasiado enamorado." Oscar Wilde

"Está, para empezar, como un papel, desnuda// pero dentro de veinticinco años será de plata,/ de oro dentro de cincuenta:/ una muñeca viva, mires por donde mires./ Sabe coser, y sabe cocinar, / y sabe hablar y hablar y hablar. // Funciona sin averías./ Si tienes agujeros, será un parche poroso. / Si tienes ojos, será una imagen./ Es tu último clavo ardiendo, muchacho. / ¿Te casarás, te casarás, te casarás con ella?" Sylvia Plath

"Y ahí encima de esa mesa,/ de ese bar y de esa calle/ la luna de miel pasamos:/ quince días bien preciosos. / Fue precioso nuestro amor, / fue precioso nuestro matrimonio." Albert Plá


ÍNDICE

POEMAS | Roscoe Purkapile | Mrs. Purkapile | Edgar Lee Masters |
DEFINICIÓN | Portaligas | Pollerudo |
ENCUESTA
TALLER LITERARIO | El pato de la boda |
PROSA | La boda | Silvina Ocampo |
CUALQUIERA | Higiene del matrimonio |
RESPUESTAS
GRAFFITTI
AGRADECIMIENTOS
SUSCRIPCIONES | Biografía de Calvetti |


POEMAS

Roscoe Purkapile

Ella me amaba. ¡Ah cuánto me amaba!
Ya no tuve ocasión de escapar
desde el primer día en que me vio.
Pero luego, después que nos casamos, yo pensé
que podría demostrar su mortalidad y dejarme libre,
o divorciarse de mí.
Pero pocas mueren, ninguna renuncia.
Entonces me escapé y anduve un año de juerga.
Pero jamás se quejó. Decía que todo iría bien,
que yo volvería. Y yo volví.
Le dije que mientras iba a pasear en bote
había sido capturado por piratas del Lago Michigan
cerca de Van Buren Street,
y había estado encadenado, de modo que no pude escribirle.
¡Ella lloró y me besó, y dijo que aquello era cruel,
atroz, inhumano!
Entonces supe que nuestro matrimonio
era una dispensa divina,
y que no podría ser disuelto
sino por la muerte.
Tuve razón.


Mrs. Purkapile

Huyó y se fue por un año.
Cuando volvió me contó la historia tonta
de su rapto por piratas en Lago Michigan
que lo tuvieron encadenado, de modo que no pudo escribirme.
Fingí creerlo, aunque sabía muy bien
lo que había estado haciendo, y que de tanto en tanto
veía a la modista, Mrs. Williams, cuando ella iba a la ciudad
a comprar mercaderías, según declaraba.
Pero una promesa es una promesa
y el matrimonio es el matrimonio,
y dejando de lado mi propio carácter,
me negué a ser arrastrada al divorcio
por el ardid de un marido que simplemente se cansó
de su deber conyugal y de su voto.

 

A Edgar Lee Masters (Kansas, 1869) se le agradece haber dejado el poemario Antología de Spoon River. Publicado originalmente en 1915, el libro hace hablar a todos los muertos (entre ellos, los Purkapile) de un pueblo imaginario, desde el cementerio ubicado en la colina. Aparte de este tesoro, Lee Masters escribió las biografías de Mark Twain, Walt Whitman, Vachel Lindsay y Abraham Lincoln, así como obras de teatro, novelas y libros de poemas. Fue abogado y murió el 6 de marzo de 1950.

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DEFINICIÓN

PORTALIGAS: m. Prenda interior femenina en forma de cinta o banda elástica con hebillas para sujetar las medias (liguero).
B. Guido, Caída, 1956, 47: Albertina abrió el paquete y, con estupor, sostuvo en el aire un pequeño corsé de nylon con portaligas de satén negro y rojo.
Rojas, 1981, t. II, p. 360; Rodríguez, 1991, p. 247; RHA, 1997, p. 125.

POLLERUDO: adj. fig. desp. Se dice del hombre que vive entre mujeres y suele ampararse en ellas.
J. J. Hernández, Ciudad, 1971, 60: Un chico común, por supuesto. Qué quiere. No iba a parecerse al pollerudo ese que tiene bajo una campana de vidrio; rubio, gordito y con pitito rosado, igual a un bebé de gringo.
Villafuerte, 1961, t. II, p. 203; Santillán, 1976, p. 685; Rojas, 1981, t. II, p. 357; Figueroa, 1991, p. 281; Rodríguez, 1991, p. 244; Haensch, 1993, p. 490; RHA, 1997, p. 124.
2- fig. desp. Apocado, cobarde.
Vidal de Battini, 1949, p. 315; Solá, 1950, p. 269; Villafuerte, 1961, t. II, p. 203.

Sacado del Diccionario del habla de los argentinos, Academia Argentina de Letras, Buenos Aires, 2003.


ENCUESTA

1 - ¿Podría contar con lujo de detalles la mejor fiesta de casamiento a la que asistió? ¿Y la peor?

2 - ¿Qué personajes no pueden faltar en una boda?

3 - A usted que se casó: ¿cuál/es es/son la/s mejor/es escena/s del video de su fiesta?

4 - ¿Qué representa para usted el matrimonio?

a- una institución social
b- un bien común
c- un sueño
d- una pesadilla
e- un síntoma de crecimiento
f- una etapa más
g- otros:

4 - ¿Cuál es la importancia del testigo de casamiento?

Envíe sus respuestas a: queremosrespuestas@niusleter.com.ar


TALLER LITERARIO

-Qué premio Nobel ni qué ocho cuartos. Es pedante en estilo, fayuto con las ideas y encima un bodrio soporífero. Lo único bueno de sus mamotretos es que se pueden poner en los puntas de la biblioteca para sostener a los demás libros.

No se case con nadie. Taller Literario. Encuentros semanales de lectura y escritura.

Coordinan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri

Para más información, comunicarse al 4896-0140 o al 4205-4284.
O a las siguientes direcciones:

niusleter@niusleter.com.ar


PROSA

La boda

    Que una muchacha de la edad de Roberta se fijara en mí, saliera a pasear conmigo, me hiciera confidencias, era una dicha que ninguna de mis amigas tenía. Me dominaba y yo la quería no porque me comprara bombones o bolitas de vidrio o lápices de colores, sino porque me hablaba a veces como si yo fuera grande y a veces como si ella y yo fuéramos dos chicas de siete años.
    Es misterioso el dominio que Roberta ejercía sobre mí: ella decía que yo adivinaba sus pensamientos, sus deseos. Tenía sed: yo le alcanzaba un vaso de agua, sin que me lo pidiera.   Estaba acalorada: la abanicaba o le traía un pañuelo humedecido en agua de Colonia. Tenía dolor de cabeza: le ofrecía una aspirina o una taza de café. Quería una flor: yo se la daba. Si me hubiera ordenado "Gabriela, tírate por la ventana" o "pon tu mano en las brasas" o "corre a las vías del tren para que el tren te aplaste", lo hubiera hecho en el acto.
    Vivíamos todos en los arrabales de la ciudad de Córdoba. Arminda López era vecina mía y Roberta Carma vivía en la casa de enfrente. Arminda López y Roberta Carma se querían como primas que eran, pero a veces se hablaban con acritud: todo surgía por las conversaciones de vestidos o de ropa interior o de peinados o de novios que tenían. Nunca pensaban en su trabajo. A la media cuadra de nuestras casas se encontraba la peluquería LAS OLAS BONITAS. Ahí, Roberta me llevaba una vez por mes. Mientras que le teñían el pelo de rubio con agua oxigenada y amoníaco, yo jugaba con los guantes del peluquero, con el vaporizador, con las peinetas, con las horquillas, con el secador que parecía el yelmo de un guerrero y con una peluca vieja, que el peluquero me cedía con mucha amabilidad. Me agradaba aquella peluca, más que nada en el mundo, más que los paseos a Ongamira o al Pan de Azúcar, más que los alfajores de arrope o que aquel caballo azulejo que montaba en el terreno baldío para la vuelta a la manzana, sin riendas y sin montura y que me distraía de mis estudios.
    El compromiso de Arminda López me distrajo más que la peluquería y que los paseos. Tuve malas notas, las peores de mi vida, en aquellos días.
    Roberta me llevaba a pasear en tranvía hasta la confitería Oriental. Ahí tomábamos chocolate con vainillas y algún muchacho se acercaba para conversar con ella. De vuelta en el tranvía me decía que Arminda tenía más suerte que ella, porque a los veinte años las mujeres tenían que enamorarse o tirarse al río.
    -¿Qué río? -preguntaba yo, perturbada por las confidencias.
    -No entiendes. Qué le vas a hacer. Eres muy pequeña.
    -Cuando me case, me mandaré hacer un hermoso rodete -había dicho Arminda-, mi peinado llamará la atención.
    Roberta reía y protestaba:
    -Qué anticuada. Ya no se usan los rodetes.
    -Estás equivocada. Se usan de nuevo -respondía Arminda-. Verás, si no llamo la atención.
    Los preparativos para la boda fueron largos y minuciosos. El traje de novia era suntuoso. Una puntilla de la abuela materna adornaba la bata, un encaje de la abuela paterna (para que no se resintiera) adornaba el tocado. La modista probó el vestido a Arminda cinco veces. Arrodillada y con la boca llena de alfileres la modista redondeaba el ruedo de la falda o agregaba pinzas al nacimiento de la bata. Cinco veces del brazo de su padre, Arminda cruzó el patio de la casa, entró en su dormitorio y se detuvo frente a un espejo para ver el efecto que hacían los pliegues de la falda con el movimiento de su paso. El peinado era tal vez lo que más preocupaba a Arminda. Había soñado con él toda su vida. Se mandó hacer un rodete muy grande, aprovechando una trenza de pelo que le habían cortado a los quince años. Una redecilla dorada y muy fina, con perlitas, sostenía el rodete, que el peluquero exhibía ya en la peluquería. El peinado, según su padre, parecía una peluca.
    La víspera del casamiento, el 2 de enero, el termómetro marcaba cuarenta grados. Hacía tanto calor que no necesitábamos mojarnos el pelo para peinarlo ni lavarnos la cara con agua para quitarnos la suciedad. El cielo, de un color gris de plomo, nos asustó. La tormenta se resolvió sólo en relámpagos y avalanchas de insectos. Una enorme araña se detuvo en la enredadera del patio: me pareció que nos miraba. Tomé el palo de una escoba para matarla pero me detuve no sé por qué. Roberta exclamó:
    -Es la esperanza. Una señora francesa me contó una vez que la araña por la noche es esperanza.
    -Entonces, si es esperanza, vamos a guardarla en una cajita -le dije.
    Como una sonámbula, porque estaba cansada y es muy buena, Roberta fue a su cuarto para buscar una cajita.
    -Ten cuidado. Son ponsoñosas -me dijo.
    -¿Y si me pica?
    -Las arañas son como las personas: pican para defenderse. Si no les haces daño, no te harán a ti.
    Puse la cajita abierta frente a la araña, que de un salto se metió adentro. Después cerré la tapa, que perfore con un alfiler.
    -¿Qué vas a hacer con ella? -interrogó Roberta.
    -Guardarla.
    -No la pierdas -me respondió Roberta.
    Desde ese minuto, anduve con la cajita en el bolsillo. A la mañana siguiente fuimos a la peluquería. Era domingo. Vendían matras y flores en la calle. Esos colores alegres parecían festejar la proximidad de la boda. Tuvimos que esperar al peluquero, que fue a misa, mientras Roberta tenía la cabeza bajo el secador.
    -Parecés un guerrero -le grité.
    Ella no me oyó y siguió leyendo su libro de misa. Entonces se me ocurrió jugar con el rodete de Arminda, que estaba a mi alcance. Retiré las horquillas que sostenían el rodete compacto dentro de la preciosa redecilla. Se me antojo que Roberta me miraba, pero era tan distraída que veía sólo el vacío, mirando fijamente a alguien.
    -¿Pongo la araña adentro? -interrogué, mostrándole el rodete.
    El ruido del secador eléctrico seguramente no dejaba oír mi voz. No me respondió, pero inclinó la cabeza como si asintiera. Abrí la caja, la volqué en el interior del rodete, donde cayó la araña. Rápidamente volví a enroscar el pelo y a colocar la fina redecilla que lo envolvía y las horquillas para que no me sorprendieran. Sin duda lo hice con habilidad, pues el peluquero no advirtió ninguna anomalía en aquella obra de arte, como él mismo denominaba el rodete de la novia.
    -Todo esto será un secreto entre nosotras -dijo Roberta, al salir de la peluquería, torciendo mi brazo hasta que grité. Yo no recordaba qué secretos me había dicho aquel día y le respondí, como había oído hacerlo a las personas mayores.
    -Seré una tumba.
    Roberta se puso un vestido amarillo con volantes y yo un vestido blanco de plumetís, almidonado, con un entredós de broderie. En la iglesia no miré al novio porque Roberta me dijo que no había que mirarlo. La novia estaba muy bonita con un velo blanco lleno de flores de azahar. De pálida que estaba parecía un ángel. Luego cayó al suelo inanimada. De lejos parecía una cortina que se hubiera soltado. Muchas personas la socorrieron, la abanicaron, buscaron agua en el prebisterio, le palmotearon la cara. Durante un rato creyeron que había muerto; durante otro rato creyeron que estaba viva. La llevaron a la casa, helada como el mármol. No quisieron desvestirla ni quitarle el rodete para ponerla muerta en el ataúd. Tímidamente, turbada, avergonzada, durante el velorio que duró dos días, me acusé de haber sido la causante de su muerte.
    -¿Con qué la mataste, mocosa? -me preguntaba un pariente lejano de Arminda, que bebía café sin cesar.
    -Con una araña -yo respondía.
    Mis padres sostuvieron un conciliábulo para decidir si tenían que llamar a un médico. Nadie jamás me creyó. Roberta me tomó antipatía, creo que le inspiré repulsión y jamás volvió a salir conmigo.
 

Silvina Ocampo (Buenos Aires: 1903 - 1994) ha escrito libros de cuentos y poemas. Nombramos algunos: Viaje olvidado, Enumeración de la patria, Espacios métricos, Sonetos del jardín, Autobiografía de Irene, Los nombres, La furia (del cual sacamos este relato), Las invitadas y Lo amargo por dulce. Casada con Bioy Casares, fueron junto a su hermana Victoria grandes animadoras de la cultura argentina (del 40 en adelante), a través de la revista Sur. (Tienen una casa museo hermosa en Mar del Plata.) Si lo invitan a un coctel literario o a una tertulia, llámela "Silvina" a secas y deslice esta frase como al desgaire: "en su obra narrativa el terror surge de lo cotidiano".

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CUALQUIERA

De la copulación

    Y, haciendo aquí una breve excursión á la higiene pública, permítasenos citar el paralelo del Oriente polígamo y sensual, con el del Occidente monógamo y más espiritualista, como un ejemplo en grande de los diversos efectos que produce el ejercicio de las funciones genésicas. "Por un lado (habla Lallemand): poligámia, harenes y serrallos, de donde se siguen excesos venéreos, mutilación bárbara, sodomía asquerosa, población escasa, inactiva, indolente, ignorante, y por consiguiente miserable, y víctima de todos los despotismos. Y por otro lado: monogámia, austeridad cristiana, repartición mas igual de la felicidad doméstica, aumento progresivo de las luces, de la libertad, de la igualdad, del bienestar, multiplicación rápida, población apiñada, activa, laboriosa, emprendedora, osada, cundidora y movediza por impulso y por necesidad." En este experimento, instituido sobre las masas del Oriente y del Occidente, bajo la inspección de la historia, el filósofo y el político encontrarán materia para consideraciones tan graves y trascendentales como el médico higienista.
Los excesos de la copulación no solo hacen infeliz al individuo, sino que trascienden fatalmente á la prole. Esas tallas raquíticas, esas estampas innobles, esas criaturas mal conformadas, esos seres desmirriados y enfermizos que tanto abundan en las capitales populosas, debieron la existencia á padres extenuados por el abuso de aquellos placeres supremos que tan desacordadamente ha prostituido el hombre.
    [...] Las esposas prudentes y previsoras pueden, y deben, contentarse con lo que las fuerzas y circunstancias individuales del esposo permitan sin menoscabo de la salud y robustez tan necesarias para la felicidad doméstica y para la educación de la familia. Y en el caso de que el esposo pretenda abusar de su vigor, deben moderar en lo posible sus ardores, y hacerle comprender todos los peligros á que se expone. Las esposas, en quienes, por razón del sexo, es bastante comun el predominio linfático, sabrán desempeñar fácilmente su misión conciliadora; y los esposos no deben contrariar bruscamente esa misión, acordándose siempre de que la mujer es también un ser eminentemente nervioso, delicado, sensible, y hasta caprichoso; que la menor contrariedad, la menor impertinencia, la mas leve indisposicion, bastan para causar en ella indiferencia, repulsion momentánea, y para alejar de su mente toda idea de erotismo; y que en este caso lo mas que conseguirán de ella es una pasividad impaciente y forzada, pero nunca ver compartidos sus ardores. Esposos y esposas deben convencerse, por fin, de que economizar sus placeres será duplicarlos.

Dr. D. Pedro Felipe Monlau en su Higiene del matrimonio o El libro de los casados, Garnier Hnos. Libreros Editores, París, 1865.

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RESPUESTAS

¿En qué objeto le gustaría reencarnar?

En un "servidor" de internet... ¿para qué? para ser muchas cosas a la vez y estar en muchos lugares y mundos. En el cyber espacio se encuentran los objetos más inmateriales que forman parte de nuestra realidad y esa incoherencia inconciliable de encontrar todo lo materialmente existente en un mundo intangible me copa.
Agustina Varela

en un salvavidas
Rosana Labat

¿Se anima a hacer un inventario de los cinco objetos de los que nunca prescindiría?

Cinco objetos: un celular , una sartén, una faja, un quita pelusa, un rulero.
Mariela Díaz

1) Mi biblioteca (si valen los "colectivos")
2) Mi piano
3) Mi yegua [es viva pero no deja de ser el objeto de una gran pasión, al punto tal que en más de una oportunidad he rechazado invitaciones (algunas realmente muy esperadas) en sábados porque la extrañaba... lo que la hace, a su vez, objeto de una obsesión medio enfermita...]
4) La sabiduría, (no porque la tenga, pero es el objeto (en cuanto fin) de mi vida)
5) Bueno, vamos, tampoco vamos a hacernos los profundos: la pincita de depilar...
Agustina Varela

¿Qué "porquerías" atesora?

- una colección se combreritos viejos que me compré en el Cotolengo, que se nutre con mis reiteradas compras en cualquier lado donde los encuentre. A veces se usasn para la vida y los que "no dan", duermen en mi baul negro.
- caracoles varios que se ubican mi bañadera en coreografías que van variando de acuerdo a mi ánimo o a quien limpie el baño
- un juego de tacitas de cogñac verdes de vidrio muy duro que rescaté de la mudanza de mi abuela Pura. Esas tacitas me recuerdan momentos de juego de los que no hubo tantos.
- un hadita de papel , blanca y con una pluma, que me regaló Juan del Rio
- un farol a kerosene, oxidado, que no funciona pero que hace juego otro cacharro, también oxidado de esos que tienen pico quebrado para poner aceite en las máquinas.
- pantallas de lámparas viejas (las guardo con la promesa de usarlas en otra lámpara)
- frasquito de perfume que me regaló un novio a la distancia que tuve, que una vez vendió su heladera para venir a visitarme a Bs.As. Era el perfume que usaba para cuando nos veíamos y ese aroma me hace acordar a los colores de esos días.
- una muñequita Betty Boop
Mariana Pereiro

Atesoro las siguientes porquerías: el pelo de mi ex-novio que fue cortado alguna vez, cuando tenía el pelo largo (conservo tooooda su cabellera); los regalitos de todos los "Amigo Invisible" del secundario; las ligas de los casamientos a los que fui invitada; la ropita de las muñecas de mi infancia; maracas, porras, chifles, máscaras de los casamientos y cumpleaños; souvenires de mis seres queridos (incluyendo nacimientos, bautismos, despedidas de solteras, etc).
Mariela Díaz

¿Qué fue lo mejor que encontró tirado?

Un domingo a las 4 am estaba con una amiga caminando hacia la parada del colectivo. Cuando llegamos, encontramos sobre el pavimento una alfombra de cuero de vaca. Sobre la alfombra había una reposera vieja y rota, y un cajón de manzanas que hacía las veces de mesa de luz. Al lado, también sobre la alfombra, había una mesa y una silla desvencijadas. Sobre la mesa, un ejemplar de El arte de tejer '74 y un encendedor verde de los de 50 centavos. Y en la parada del colectivo un cartel pintado en aerosol que decía: "Se vende todo por $ 1". Era la época del auge de las cámaras ocultas y nosotros nos quedamos esperando el colectivo, haciendo como que no pasaba nada. Al rato aparecieron tres chicos y preguntaron si queríamos comprar algo. Mi amiga compró El Arte de Tejer 74, pero cuando les dió la moneda de 1 peso, los chicos empezaron a pelearse por la plata hasta que uno quedó sangrando (en verdad, sangraba). Con la sangre les llegó el remordimiento y vinieron a disculparse y nos devolvieron la moneda porque dijeron que ellos habían encontrado las cosas ahí, y que no las podían vender porque no eran los verdaderos dueños. Años después, para un cumpleaños, mi amiga me regaló el ejemplar de El Arte de Tejer 74 dedicado. Todavía lo tengo.
Pablo Mendívil

cuando era chica mi papá nos llevaba al basural de Mercedes, porque el tenía que buscar las ruedas de tractores viejas para partirlas al medio y hacer bebederos para las vacas y caballos. Mi mamá no quería que fueramos, mi hermano y yo, que teníamos 6 y 4 años aprox. Pero a mi era como que me llevaran al mundo del Juguete, era lo más! y yo la verdad es que juntaba de todo, para jugar a la cocinita pero envidiaré toda la vida el compañero de ruta que encontró mi hermano.
Era una rueda de cable color celeste, que se había derretido y era un "pasticho quemado de plástico" que tenía una colita, y paso a llamarse "el perro celeste" que lo acompañó durante dos años aproximadamente.
Josefina Iglesias

¿Recuerda la última vez que se sintió usado?

Recuerdo que alguna vez me sentí usada: Con un grupo de conocidos y amigos, obtuvimos un hermoso espacio cultural para poder desarrolar nuestras actividades relacionadas con la cultura. Para salir adelante todos trabajamos mucho y nos preocupamos mucho. Para eso organizamos encuentros de música, baile, canto. En este grupo (en el que nos conocemos todos) nos administramos en comisión. La comisión tiene presidente, vicepresidente, etc. etc. Yo no ocupo ninguno de esos cargos, pero pertenezco igual al espacio. Yo puse la camioneta (de mi papá) para toooooooodo tipo de mandados y diligencias con la mejor onda. Después de unos cuántos meses, por una conversación que escucho, me entero (de la boca del presidente de la comisión, que venimos a ser casi amigos) que él sacaba plata para la nafta del auto, por los "gastos" de al-gu-nos mandaditos... (glup!) Me dolió en el alma, porque somos pocos y nos conocemos mucho... Y lo más angustiante, es que esto es la maqueta modelo, de una estructura grande, como nuestro país.
Mariela Díaz

sí, ayer en el trabajo
Rosana Labat

no, pero a veces esta bueno que te usen, depende para que no?
Josefina Iglesias

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GRAFFITTI

"No + religión/ No + división/ Dios es uno solo / Luz de la revolución". Lo mandó un tal José, que lo vio en Suipacha y Bartolomé Mitre, sobre la pared de una iglesia (Centro).

"La democracia dura lo que dura la obediencia". En Cabrera y Julián Álvarez (Palermo Notancheto).

"Soy traba ¿y qué?". En Montevideo y Sarmiento, lo captó Richi Zambora (Centro).


AGRADECIMIENTOS

¿Es cierto que a los dos últimos civiles a los que asististe, llevaste una cerbatana de birome y hojas canson, y soplaste mosquitos a los novios, Mariano Valcarce, Soporte Técnico?
Hernán La Greca.
Jimena Russell.
Lulita.
Mauro Oliver.
Grupo Arcano.
A los escritores y las escritoras.
A los que nos participan.
A los que nos invitan después de las 12.
A los que se quedan hasta después de que se van los novios.

Mariano Valcarce, Soporte Técnico, recomienda "pensarlo bien: el matrimonio es una empresa amorosa".


SUSCRIPCIONES

"Ñusletteros amigos:
Según Guillermo Ara, Suma de poesía argentina. 1538-1968, segunda parte: Antología, Buenos Aires, Guadalupe, 1970, pág. 114: 'Jorge Calvetti (1915). Nacido en Jujuy, Calvetti aborda motivos indígenas y anécdotas del hombre histórico, fundaciones y rostros del vivir actual. El verso suelto, de vuelo amplio y apertura cordial es adecuado al espíritu que domina en su verso. Ha publicado: Fundación en el cielo (1944), Memoria terrestre (1948), Libro de homenaje (1957), Imágenes y conversaciones (1965). La Juana Figueroa, poemas, son de 1967.' Véase también Juan Carlos Ghiano, Poesía argentina del siglo XX, México-Buenos Aires 1957, pp. 249-250.  No tengo datos posteriores ni sé si vive todavía (tendría casi 90 años).
Ñusaludos ñurdiales,
Norberto Gimelfarb, en Yverdón, Suiza."

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