Ñ u s l e t e r
#38
-morfi de lectura y escritura-
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"Este
es el hambre. Un animal
todo colmillo y ojo.
Nadie lo engaña ni distrae.
No se harta en una mesa.
No se contenta
con un almuerzo o una cena."
Nicolás Guillén
CUALQUIERA | James Joyce: Un gato que odiaba el cerdo
| Abel González
|
ETIMOLOGÍA | Manjar | Digerir |
TALLER LITERARIO | Temporada alta |
PROSA
|
Apología del matambre
| Esteban Echeverría | |
El puchero | Alberto Gerchunoff
|
SE NECESITA
DEFINICIÓN | Ketchup | Gramajo |
Salsa golf |
POEMAS |
Almuerzo familiar | Daniel Calmels || Pastel de palabras
| Saúl Yurkiévich
|
GRAFFITTI
ENLACES
| Comida | Poesía |
RESPUESTAS
AGRADECIMIENTOS
SUSCRIPCIONES
James Joyce: Un gato que odiaba el cerdo
[...]
Quizá porque había nacido en un ambiente más que pobre, casi indigente, James
Joyce se convirtió después, con el paso de los años, en un moderado sibarita.
Era el mayor de diez hermanos... y en su casa, la comida que se ponía todos los
días en la mesa consistía en simples mendrugos. En esos años difíciles -fines
del siglo XIX- ser pobre en Dublín era como tocar el fondo del infierno. Ningún
chico soñaba allí con pasteles de crema o bizcochos de canela, como sí lo
hicieron los infantes de la corte florentina, según sabemos por Petrarca. Los de
Irlanda pensaban, más bien, en pan blanco y en sopas de arvejas partidas. El
lenguado no lo conocían y se alegraban cada vez que en sus tristes guisos de
papas y cebollas descubrían el milagro de un trozo de hueso de conejo con algo
de carne pegada. Si los irlandeses fueron después gente alegre y cantora no fue
por la comida sino por la cerveza y por el aguardiente de malta.
Quienes lo conocieron, cuentan que Joyce era un individuo
ingenioso y de buen talante. A pesar de su natural delgadez comía como un
obispo. Y su esposa -Nora Barnacle, una ex camarera de hotel con quien huyó de
Dublín en 1904- debía hacer juegos malabares con el dinero para ponerle todos
los días unos platos dignos de su mucho apetito. Como todo irlandés, era un
excelente catador de borgoñas y oportos. En 1907 contrajo una enfermedad en la
vista que lo obligó a someterse a varias operaciones y que lo dejó ciego en
muchos momentos. El escritor inglés Ford Madox Ford, redactor en jefe de la
revista Transatlantic Review, que publicó algunos de los cuentos de
Joyce y que llegó a ser su amigo, cuenta que una vez, unos días antes de entrar
al quirófano, le recomendó que mejor se olvidara del valpolicella con el que se
regalaba mientras escribía. "No te inquietes -le contestó-, tú sabes que yo no
bebo nada entre vaso y vaso."
El hábito de la buena mesa se le contagió en Trieste, donde
vivió muchos años y donde nacieron sus dos hijos. Allí se mantenía dando
lecciones de inglés y con el dinero que le mandaban sus buenos amigos, que
admiraban su increíble talento. Uno de ellos era Harrie Shaw Weaver, directora
de la revista The Egoist, que publicó en 1916, su primera novela:
Retrato del artista adolescente. Diez años estuvo Joyce en Trieste gozando
de los frutos del Adriático y de los vinos de la Dalmacia. Dicen que en ese
tiempo trató de saciar el hambre de todos sus ancestros... pero no lo
consiguió... por más que yantó de todo y en cualquier momento. De todas formas,
el intento valió la pena. Sobre todo porque de esos años data el libro de
recetas de Nora, muchos de cuyos fragmentos se han conservado.
Lomo de ternera a la Joyce
Para vengarse de tanta mantequilla irlandesa, Nora, la esposa de James Joyce, doraba en aceite de oliva un kilo de lomo. Una vez que estaba sellado por todos lados, lo retiraba y en ese mismo aceite echaba una cebolla picada, dos tomates cortados en trozos y una hoja de laurel. Cocinaba esa salsa durante diez minutos y luego la colaba. Ponía el líquido con la carne en la cacerola, a la que agregaba un vaso de vino tinto y una taza de nueces molidas. Cinco minutos antes de retirar del fuego, bañaba la carne con una copa de whisky irlandés de pura malta. Acompañaba el lomo con chauchas guisadas con hongos secos y cebollas. Durante los diez primeros años que vivieron en Trieste, éste fue el plato de lujo de los Joyce, el que servían cuando alguien estaba invitado a comer. Según Stephen Menell, en su libro All manners of food, es una variante de una vieja receta irlandesa, que usa crema de leche en lugar de tomate y cerveza en reemplazo del vino. Preferimos la versión de James Joyce.
Tomado del delicioso libro de Abel González, Elogio de la berenjena, Ediciones B Argentina, Buenos Aires, 2000.
MANJAR, 1220-50. Del catalán arcaico u occitano manjar
'comer', siglo XII, que ya en estos idiomas se emplea como sustantivo;
procedente del latín vulgar MANDUCARE ídem, vocablo popular ya frecuentemente
empleado en la Antigüedad. De éste, en forma culta, la voz festiva manducar,
principios del siglo XVII.
DERIV. Mandíbula, 1765-83, tomado del latín mandíbula
ídem, derivado de mandere 'masticar' (del cual deriva MANDUCARE);
mandibular.
DIGERIR, hacia 1440. Tomado del latín digerere ídem, propiamente 'distribuir, repartir' (de donde 'repartir por el cuerpo'), derivado de gerere 'llevar'.
¿El hambre de gloria le genera sobrepeso? ¿La sed de triunfo le provoca acidez? Conozco los síntomas, Sra. de O'Brian, y tengo una solución a su medida. Voy a recetarle una dieta, que deberá seguir al pie de la letra:
Taller Literario. Panzadas semanales de lectura y escritura.
Coordinan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri
Para
más información, comunicarse al 4896-0140 o al 4205-4284.
O a las siguientes direcciones:
Apología del
matambre (cachos elegidos)
Cuadro de costumbres argentinas
Un
extranjero que ignorando absolutamente el castellano oyese por primera vez
pronunciar, con el énfasis que inspira el nombre, a un gaucho que va a ayuno y
de camino, la palabra matambre, diría para sí muy satisfecho de haber
acertado: éste será el nombre de una persona ilustre, o cuando menos el de algún
rico hacendado. Otro que presumiese saberlo, pero no atinase con la exacta
significación que unidos tienen los vocablos mata y hambre,
al oírlos salir rotundos de un gaznate hambriento, creería sin duda que tan
sonoro y expresivo nombre era de algún ladrón o asesino famoso. Pero nosotros,
acostumbrados desde niños a verlo andar de boca en boca, a chuparlo cuando de
teta, a saborearlo cuando más grandes, a desmenuzarlo y tragarlo cuando adultos,
sabemos quién es, cuáles son sus nutritivas virtudes y el brillante papel que en
nuestras mesas representa.
No es por cierto el matambre ni asesino ni ladrón; lejos de
eso, jamás, que yo sepa, a nadie ha hecho el más mínimo daño; su nombradía es
grande; pero no tan ruidosa como la de aquellos que, haciendo gemir a la
humanidad, se extiende con el estrépito de las armas o se propaga por medio de
la prensa o de las mil bocas de la opinión. Nada de eso; son los estómagos
anchos y fuertes el teatro de sus proezas; y cada diente sincero apologista de
su blandura y generoso carácter. Incapaz por temperamento y genio de más ardua y
grave tarea, ocioso por otra parte y aburrido, quiero ser el órgano de modestas
apologías, y así como otros escriben las vidas de los varones ilustres,
trasmitir si es posible a la más remota posteridad los histórico-verídicos
encomios que sin cesar hace cada quijada masticando, cada diente crujiendo, cada
paladar saboreando el jugoso e ilustrísimo matambre. (...)
Griten en buena hora cuanto quieran los taciturnos ingleses,
roast-beef, plum pudding; chillen los italianos, maccaroni, y váyanse
quedando tan delgados como una I o la aguja de una torre gótica. Voceen los
franceses omelette soufflée, omelette au sucre, omelette au diable; digan
los españoles con sorna, chorizos, olla podrida, y más podrida y rancia
que su ilustración secular. Griten en buena hora todos juntos, que nosotros,
apretándonos los flancos, soltaremos zumbando el palabrón matambre, y
taparemos de cabo a rabo su descomedida boca. (...)
Siguiendo, pues, en mi propósito, entraré a averiguar quién
es este tan poderoso señor y por qué sendas viene a parar a los estómagos de los
carnívoros porteños.
El matambre nace pegado a ambos costillares del ganado vacuno
y al cuero que le sirve de vestimenta; así es que, hembras, machos y aun capones
tienen sus sendos matambres, cuyas calidades comibles varían según la edad y el
sexo del animal: macho por consiguiente es todo matambre, cualquiera que sea su
origen, y en los costados del toro, vaca o novillo adquieren jugo y robustez.
Las recónditas transformaciones nutritivas y digestivas que experimenta el
matambre hasta llegar a su pleno crecimiento y sazón, no están a mi alcance:
naturaleza en esto como en todo lo demás de su jurisdicción, obra por sí tan
misteriosa y cumplidamente que sólo nos es dado tributarle silenciosas
alabanzas. (...)
Cocida o asada tiene toda carne de vaca un dejo particular o
sui generis debido, según los químicos, a cierta materia roja muy poco
conocida y a la cual han dado el raro nombre de osmazono
(olor de caldo). Esta sustancia, pues, que nosotros los profanos llamamos
jugo exquisito, sabor delicado, es la misma que con delicia paladeamos cuando
cae por fortuna en nuestros dientes un pedazo de tierno y gordiflaco matambre:
digo gordiflaco porque considero esencial este requisito para que sea más
apetitoso; y no estará de más añadir una anecdotilla, cuyo recuerdo saboreo yo
con tanto gusto como una tajada de matambre que chorree.
Era yo niño mimado, y una hermosa mañana de primavera,
llevóme mi madre, acompañada de varias amigas suyas, a un paseo de campo. Hízose
el tránsito a pie, porque entonces eran tan raros los coches como hoy el
metálico; y yo, como era natural, corrí, salté, brinqué con otros que iban de mi
edad, hasta más no poder. Llegamos a la quinta: la mesa tendida para almorzar
nos esperaba. A poco rato cubriéronla de manjares y en medio de todos ellos
descollaba un hermosísimo matambre.
Rejuntaron los muchachos que andaban desbandados y
despacháronlos a almorzar a la pieza inmediata, mientras yo, en un rincón del
comedor, haciéndome el zorro cloco, devoraba con los ojos aquel prodigioso parto
vacuno. "Vete, niño, con los otros", me dijo mi madre, y yo agachando la cabeza
sonreía y me acercaba. "Vete, te digo", repitió, y una hermosa mujer, un ángel,
contestó: "No, no; déjelo usted almorzar aquí", y al lado suyo me plantó de pie
en una silla. Allí estaba yo en mis glorias; el primero que destrizaron fue el
matambre; dieron a cada cual su parte, y mi linda protectora, con hechicera
amabilidad, me preguntó: "¿Quieres, Pepito, gordo o flaco?" "Yo quiero -contesté
en voz alta- gordo, flaco y pegado", y gordo, flaco y pegado repitió con gran
ruido y risotadas toda la femenina concurrencia, y diome un beso tan fuerte y
cariñoso aquella preciosa criatura, que sus labios me hicieron un moretón en la
mejilla y dejaron rastros indelebles en mi memoria.
Esteban Echeverría (1805-1851) es oriundo de Buenos Aires. Fue el encargado de importar el movimiento romántico a la Argentina; perteneció a la generación del 37, junto con Alberdi, Frías, Gutiérrez y Avellaneda. Todos ellos fundaron, primero, el Salón Literario, con sede en la librería de Marcos Sastre, y, en 1838, la Joven Generación Argentina. Víctima de la persecución del gobierno de Rosas, Echeverría debió exiliarse -un dato biográfico común a los intelectuales de la época- al Uruguay, donde permaneció hasta su muerte. Publicó: Elvira o la novia del Plata, La cautiva, La guitarra, El ángel caído (poemas); El matadero (considerado el primer cuento argentino); y Dogma socialista, Manual de enseñanza moral y Ojeada retrospectiva (escritos políticos).
La civilización de la comida (porción)
[...] Describí, con humildad y con fruición, nuestro doméstico puchero:
-Es la comida de un pueblo feliz, mi querido maestro. El que
va por primera vez a Buenos Aires y se llega a una casa en que predominan las
costumbres castizas, comprende lo que significamos como promesa para la
humanidad. Se persuade de que el Cuerno de la Abundancia se ha volcado sobre el
territorio argentino, al contemplar la inmensa y oblonga fuente nimbada de
diáfanas y cálidas espirales. En su presencia olvida el dispéptico el infortunio
de las digestiones trabajosas. El rostro sombrío se vivifica ante la tornasolada
montaña en que se extiende, pulposa y opulenta, con su llanta de lúcida grasa,
la tira de carne de costillar, cuyos huesos, cortados con precisa regularidad,
despiden gotas de denso caldo. El repollo violáceo, el albor de la patata, el
chorizo que provoca ineludiblemente el chasquido ávido de la lengua, la colina
de garbanzos, el disperso perejil, la ingenua zanahoria, la prieta morcilla,
distribuida en fascinadoras arandelas -y que Baltasar de Alcázar cantó con
ferviente acento- en contraste con el oro aguado del bloque de zapallo, toda esa
confusión milagrosa de elementos diferentes, taladran el espíritu, apresuran la
respiración e imponen el silencio a los comensales noblemente conmovidos. Es el
plato cotidiano de mis compatriotas, querido maestro. Denuncia en su
heterogeneidad pomposa la riqueza poliforme de un suelo fértil. ¿Quién habrá
inventado el puchero? La historia, fundada en un concepto transcendente de los
acontecimientos, no nos ha escondido al que inventó los logaritmos ni sustrajo a
la admiración al que destruyó el templo de Diana. En cambio, yace en las
tinieblas el que combinó con suprema certeza y con suprema sencillez esa obra
maestra. Yo protesto contra la historia en nombre de la felicidad del género
humano y en nombre de la poesía. Clío, bella y fría, me parece la más descuidada
de la musas.
Alberto Gerchunoff (1883-1950), (oriundo de Entre Ríos), (se dedicó al periodismo). Escribió cuentos, novelas, y ensayos sobre los temas más variados. Algunos de sus libros son: Los gauchos judíos, La clínica del doctor Mefistófeles, La jofaina maravillosa, La asamblea de la bohardilla (de donde procede el texto anterior).
Alguna precisión sobre el origen de la palabra "morfi" (favor de citar bien la fuente). Escribir a: niusleter@niusleter.com.ar
Ketchup: Este condimento hecho con tomate, y tan inseparable hoy de la hamburguesa, viene del chino ketsap, una clase de salsa.
Gramajo: Este revuelto de huevos con tiritas de jamón y papas fritas es invención del coronel Gramajo, ayudante militar y amigo del general Roca, quien lo describe como un glotón empedernido.
Salsa golf: La denominación de esta salsa se atribuye al científico argentino y premio Nobel Federico Leloir (1906-1987), quien después de un match en el Golf Club de Mar del Plata tuvo la idea de matizar la monotonía de la mayonesa de sus langostinos añadiéndole ketchup.
Se copió de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato, Héctor Zimmerman, Aguilar, Buenos Aires, 1999.
Almuerzo familiar
Uno en
la mesa no llora,
desteje sin atención las migas de pan
y las vuelve a reunir con gotas de vino.
Luego se
atreve a reir
y apenas todos callan gime
sobre una enorme miga de pan
pesada, amalgamada,
puesta en el medio de la mesa
donde circulan las miradas.
Daniel Calmels nació en Sarandí en 1950. Publicó, entre otros, los
siguientes volúmenes de poesía: Des-Nudos, Lo que tanto ha muerto
sin dolor, El cuerpo y los sueños; varios textos relacionados con
su profesión, la psicomotricidad; y un ensayo sobre Jacobo Fijman, El cristo
rojo.
Pastel de palabras
Rompí en
picado fino
desmenucé
desaté
esparcí
desparramé
pelé las cáscaras
quité corteza y costra
metí mano entre ramales
en la maraña
lavé las vísceras
cuidadosamente
enganché palabras frescas
aireadas a la intemperie
picantes y coloradas
arremolinándolas
para sobrepasarlas
por aderezo
sazoné con chiribitos
chirimbolos
enmiendas
chirinolas chirigotas
chuchufletas
colorines como jugando
sonsonetes a la musa
mi musa caracatuza
al uni doli
treli cateli
quili quileta
al don al don
al don de decir
al son al son
al son de soñar
sondar sonsacar
patapumbas
pampiroladas
pavesas despampanantes
pizcas de especies pasmosas
arpegios de antigüedad
desapacibles azúcares
diapasones descaspados
así guisaba guisando
guisando la casi nada
con pimienta y perejil
con canela y azafrán
con orégano y laurel
metí por ver qué pasaba
berilo paladio
porcelana
cacao
bergamotas
agregué
aguamar
aguanieve
aguamiel
esporas asteriscos
troncos a granel
para la hornada
vaya a saber cuánto tarda
atrévete me dije
revuelve revulsivo
combina reverbera
pintamonas
no temas
si pintorreas
pintarrajos
en el mejunje
en el ajilimójili
en tu trochemoche
está tu tanda
Saúl Yurkiévich (1931) nació en La Plata (Argentina) y emigró años más tarde a Francia, donde todavía vive. Su obra gira en torno a la poesía, ya sea desde la veta ensayística como en la confección de poemarios. En el primer campo, se reconocen estos títulos: Modernidad de Apollinaire, Valoración de Vallejo, Carlos Mastronardi y Vicente Huidobro, entre otros. En el segundo, podemos nombrar, aunque hay más: Volanda linde lumbre, Cuerpos, Ciruela la loculira, Berenjenal y merodeo, y Fricciones (1969), del cual birlamos este poema. Amigo íntimo de Cortázar, Yurkiévich tiene los derechos de publicación de toda la obra del autor de Rayuela, por expreso pedido de este.
"Mañana capá no estoy". Visto desde el esqueleto del Tren Roca en una pared de Avellaneda por Correctores.
"Casting de modelos. No molestar". Escrito con marcador negro sobre una puerta gris, perdida en un recoveco del andén de la estación Florida de la línea B. Lo envió Guadalupe Henestrosa.
"No pagar un carajo". Se ha visto en Zapiola y Concepción Arenal (barrio de Colegiales).
"Sea normal, no piense". En Valle entre Emilio Mitre y Víctor Martínez. Yendo desde Rivadavia, cruzando Valle, a mitad de cuadra exactamente, a ocho o nueve del Shopping Caballito (visto por un baqueano de la zona).
Completo y variado recetario:
http://www.recetas.net/
Poesía visual:
http://www.vorticeargentina.com.ar/
¿Con qué animal bautizaría a las siguientes selecciones?
a- Copa Davis : Los
tatúes carreta (¿tatú carretas? ¿tatuse' carretas?)
b- básquet : Lo ñanduse
c- patinaje artístico : Los cuises
d- ping-pong : Los teros
e- esgrima : Los platelmintos
f- otros: Equipo Argentino de Waterpolo: Los dugongos // Balón volea
(Voleyball): Los mandriles // Equipo nacional de pato: Los palmípedos
(obviamente).
¿Se le ocurre algún deporte nuevo? ¿En qué consiste?
Bóndibol. Es como el
polo, pero con bondis y más gente. Le pegan a la pelota un par de chabones
colgados de los estribos delanteros (ambos lados) y trasero (en algunas unidades
de transporte hay un estribo a la mitad del bondi -a lo largo- en lugar del
estribo trasero). Si se eleva la pelota, los jugadores que van dentro de los
bondis pueden pegarle a la misma sacando los brazos y/o cucuzzas por la
ventanilla (¡está permitido!, ¡está permitido!). Este deporte requiere gran
pericia por parte de los conductores (¿bondileros?, ¿bondiseros?) y un excelente
estado físico por parte de los otros jugadores (especialmente los "estriberos"),
si bien también requiere, por parte de estos últimos, una vocación de
desprendimiento y sacrificio cercana al deseo de suicidarse. El árbitro tiene 16
suplentes por partido, por razones más que obvias. Si se llegara a aprobar una
ley de eutanasia en nuestro país, la Federación Argentina de Bóndibol (FAB)
podría ahorrarse varios sueldos de árbitros.
Isztván Karl Béhstork
Lo importante, ¿es competir?
Lo importante es que
pierda el otro.
Lucas
Mariano Valcarce,
Soporte Técnico, que nos enviaste un emoticón sonriente, :-) , un millón de
gracias por no borrarte nunca de nuestro lado.
A los que, semana a semana, se borran de Ñusleter.
A los que se inscriben.
A los que escriben.
Virginia Elías. Gabriela García.
Liliana Guaragno. Angelo Mirafiori.
Cuatro Comunicadores Visuales -Diseño y Comunicación.
A mis viejos, hermanos y sobrinos.
Y a mis amigos.
Mariano Valcarce, Soporte Técnico, recomienda "ingerir maní (bolsitas de 1 peso)".
No sólo de pan vive el hombre: convide Ñusleter, no sea angurriento.
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