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-reencuentro de introspección literaria-

 

 

# 116

 

 

 

 

Contacto: niusleter@niusleter.com.ar
Página virtual:
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"...cuando en la calle uno se reencuentra, dueño de miembros que responden con una especial movilidad a esta libertad ya inesperada que uno les ha conseguido; cuando mediante esta sola decisión uno siente concentrada en sí toda la capacidad determinativa; cuando uno, otorgando al hecho una mayor importancia que la habitual, se da cuenta de que tiene más fuerza para provocar y soportar el más rápido cambio que necesidad de hacerlo, entonces uno [...] se yergue en su verdadera estatura." Franz Kafka 

 


 

ÍNDICE

 

POEMAS | Estoy segura | Las buenas personas | Dalmacia Ruiz Rosas |  

AGRADECIMIENTOS

TALLER LITERARIO | Vuelta |

PROSA | Deseos | Grace Paley |

ETIMOLOGÍA | Contra | 
DEFINICIÓN | Verbos: Mover y conmover |
ENCUESTA

SUSCRIPCIONES

 


 

POEMAS 

Estoy segura...

estoy segura que si me paro a coger un libro
se me caerán los ovarios al suelo
                                             saldrán rodando
de mi cuarto hacia el jardín
no pararán hasta recostarse contra el pino
donde los encontrarán mis perros
y se pondrán a jugar con ellos
estoy segura que cuando baje de tu carro
voy a patear mi cabeza lejos
                                             mis pies
preferirán quedarse fuera de la casa
pues es muy largo
el camino hasta mi cuarto
y el brazo derecho
quedará colgando del llavero

 

Las buenas personas...

Las buenas personas se preocupan por nosotros
que estemos sanos, bien cómodos, que lleguemos temprano.
Las buenas personas escuchan nuestros planes, nos secundan
regalan libros, agendas, tarjetas navideñas
recuerdan nuestros santos.
Yo quiero a tu padre, más bueno que el pan.
Tú quieres a mi madre, más buena que el pan.
Más buenos que nosotros.
Ya pasó la época de los escándalos. De los sobresaltos.
Es verano
las hojas en los árboles brillan como antorchas.


Dalmacia Ruiz Rosas. Nació en Lima, Perú, en 1957. Ha publicado, hasta donde sabemos, Secuestro en el jardín de las rosas (1998).

a Tope


 

AGRADECIMIENTOS

 

Alejandro Civit y Rosa

Leo, Lua, Luana, Maia y Tomás

Fede Merea

mei

Valeria Dias de Lima

Gustavo Berriel

Andrea y Fernando "Loquillo"

Mauro Oliver

Iván Buenader 

Jorge Pose

JeRe

A todos los que ayudan a otros en andar su camino

 


 

TALLER LITERARIO

 

-¿Qué hacés, che? Tanto tiempo. Pero qué gordo que estás, cómo te expandiste. 

-Sí, ¿viste? Soy de fierro y me dilata el calor. Parece panza, pero es voluntad. Vos también estás arruinada, boluda. ¿Te convertiste al alcoholismo o te hiciste dark? ¿Cuánto te salieron las ojeras? 

Para descansar de las vacaciones, vuelve:

Taller Literario. 

Encuentros de lectura y escritura.

 

"En cualquier momento", anticipan Fernando Aíta y Alejandro Güerri

 

Para más información, comunicarse al 4896-0140 o al 4205-4284.
O a la siguiente dirección:

 

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PROSA

 

Deseos

 

Vi a mi ex marido en la calle. Estaba sentada en las escaleras de la nueva biblioteca.

Hola, mi vida, dije. Habíamos estado casados veintisiete años, así que me sentía justificada.

Él dijo, ¿Qué? ¿Qué vida? La mía desde luego que no.

Y yo, Bueno. No discuto cuando hay verdadera discrepancia. Me levanté y entré en la Biblioteca a ver cuánto debía.

La bibliotecaria dijo que treinta y dos dólares en total, y lleva usted debiéndolos dieciocho años. No negué nada. Porque no entiendo cómo pasa el tiempo. He tenido esos libros. He pensado con frecuencia en ellos. La biblioteca sólo queda a dos manzanas.

Mi ex marido me siguió a la sección de devolución de libros. Interrumpió a la bibliotecaria, que tenía más que decir. En varios sentidos, dijo, cuando miro hacia atrás, atribuyo la disolución de nuestro matrimonio al hecho de que tú nunca invitaste a cenar a los Bertram.

Es posible, dije. Pero, en realidad, si recuerdas: primero, mi padre estaba enfermo aquel viernes, luego nacieron los niños, luego yo tuve aquellas reuniones de los martes por la noche, luego empezó la guerra. Luego, era como si ya no les conociésemos. Pero tienes razón. Debería haberles invitado a cenar.

Entregué a la bibliotecaria un cheque de treinta y dos dólares. Confió plenamente en mí, se echó a la espalda mi pasado, dejó limpio mi expediente, que es exactamente lo que jamás harán las otras burocracias municipales y/o estatales.

Saqué los dos libros de Edith Warton que acababa de devolver porque hacía mucho tiempo que los había leído y ahora son más oportunos que nunca. Los libros eran The House of Mirth y The Children, que trata de cómo cambió la vida de Estados Unidos en Nueva York en veintisiete años, hace cincuenta.

Una cosa agradable que recuerdo muy bien es el desayuno, dijo mi ex marido. Me sorprendió. Nunca tomábamos más que café. Luego recordé que había un agujero en la pared del armario de la cocina que daba al apartamento contiguo. Allí siempre tomaban tocino ahumado, curado con azúcar. Nos daba una sensación majestuosa de desayuno, aunque nosotros nunca llegáramos a quedar ahítos.

Eso fue cuando éramos pobres, dije.

¿Es que alguna vez fuimos ricos?, preguntó él.

Bueno, con el paso del tiempo, a medida que nuestras responsabilidades aumentaron, no pasamos necesidades ni apuros. Tú lograste resolver los problemas económicos, le recordé. Los niños iban de campamento cuatro semanas al año y llevaban ponchos decentes, con sacos de dormir y botas, como todos los demás. Tenían un aspecto espléndido. Nuestra casa estaba caldeada en invierno, teníamos unos cojines rojos muy lindos, y muchas cosas.

Yo quería un barco de vela, dijo él. Pero tú no querías nada.

No te mortifiques, dije. Nunca es demasiado tarde.

No, dijo él con gran amargura. He de conseguir un barco de vela. La verdad es que tengo dinero reservado para un cinco metros de dos aparejos. Me está yendo muy bien este año y creo que me irá aún mejor. En cuanto a ti, es demasiado tarde. Tú nunca desearás nada.

A lo largo de los veintisiete años, había tenido la costumbre de hacer un comentario sutil que, como el desatrancador del fontanero, se abriera oído abajo, por la garganta, y llegara hasta mi corazón. Y entonces desaparecía, dejándome atascada. En fin, me senté en las escaleras de la biblioteca y él se fue.

Eché un vistazo a The House of Mirth, pero perdí interés. Me sentía sumamente acusada. Qué le vamos a hacer, es verdad, ando escasa de deseos y de necesidades absolutas. Pero la verdad es que quiero algo.

Quiero, por ejemplo, ser una persona distinta. Quiero ser la mujer que devuelve esos dos libros en dos semanas. Quiero ser la ciudadana eficaz que cambia el sistema escolar y comunica al Comité de Presupuestos los problemas de este querido centro urbano.

Había prometido a mis hijos poner fin a la guerra antes de que fueran mayores.

Quería permanecer casada ya para siempre con una persona, mi ex marido o mi marido actual. Ninguno de ellos tiene suficiente carácter para toda una vida, que, en realidad, no es mucho tiempo. En una vida breve no puedes agotar las cualidades del hombre ni meterte debajo de la roca de sus argumentos.

Esta mañana precisamente me asomé a la ventana para mirar un rato la calle y vi que los pequeños sicomoros que la ciudad había plantado soñadoramente unos dos años antes de que nacieran los niños habían llegado a su plenitud.

¡Bueno! Decidí devolver aquellos dos libros a la biblioteca. Lo cual demuestra que cuando surge una persona o un acontecimiento que me conmueve o me valora puedo emprender una actuación adecuada, aunque soy más conocida por mis comentarios afables.

 

 

Grace Paley nació en Nueva York en 1922. Fue militante pacifista en contra de la guerra de Vietnam y el armamentismo nuclear. Tiene dos libros de relatos: Batallas de amor y Enormes cambios en el último minuto, al cual pertenece este cuento.

a Tope

 


 

ETIMOLOGÍA

 

CONTRA, hacia 1140. Del latín CONTRA 'frente a', 'contra'.
DERIV. Contrario, 1220-50, del latín contrarius
ídem; contrariedad, 1495; contrarioso; contrariar, S. XIII.

    Encontrar 'salir al encuentro', hacia 1200, 'hallar', sentido raro hasta el siglo XVIIK encontrado, 1570; encuentro, 1238; reencuentro; encontrón, 1604; encontronazo; desencontrarse, argentino, 'no encontrarse (dos personas)', 'estar en desacuerdo', y desencuentro 'contratiempo'. 

 


 

ENCUESTA

 

¿Cuál fue su último reencuentro fuerte? 

¿Cómo estuvo? ¿Qué le volvió? ¿Cómo vio para adelante? (¿60 palabras?)

 

Envíe sus respuestas a: niusleter@niusleter.com.ar

 


 

DEFINICIÓN

 

Traducciones del alemán

Verbos: Mover y conmover

 

    Se ha observado que las relaciones de posición no son constantes entre los trozos de materia que ocupan el espacio.

    Los cambios de distancia entre las cosas son llamados movimientos, y el tránsito de un lugar a otro: "mover".

    No es tarea sencilla precisar cuándo algo se mueve o se conmueve.

    Si una hormiga mantiene sus patas en posición determinada está quieta para el mundo, aunque gire vertiginosamente llevada por la rotación del planeta Tierra, por su traslación y otros movimientos cósmicos o subjetivos de alta velocidad. Decir pues que una hormiga está quieta es un hecho local, folklórico, una comprobación a nivel de provincia.

    Sucede también que una hormiga, en medio de su raudo viaje sideral inmóvil sobre la corteza terrestre puede alternar sus extremidades venciendo en cada apoyo la fuerza de gravedad y si su habilidad combinatoria es suficiente para tal gimnasia, el animal se desplaza mínimamente en cuyo caso el fenómeno se denomina: "caminar".

    Todo camine implica pues la modificación del cuadro de relaciones situacionales con respecto a los elementos constantes del entorno, y así se dice, con ajustada precisión, refiriéndose a la hormiga: entra o sale del hoyo denominado hormiguero, trepa por la pared, avanza por la senda marcada en el césped, se agita en confusión (hormiga loca) corriendo desordenadamente entre la multitud de otras hormigas semejantes, según las reglas del caos ordenado; como si la población entera del hormiguero, en presencia del azúcar derramado, fuera gas de hormiga rebotando movimientos brownianos sobre las baldosas coloradas de la cocina.

    Los recorridos descritos por cada hormiga loca cuando se endulza una superficie plana, repiten en su trazado conjunto el dibujo de los pétalos de una rosa, de donde Hamelin, Albert (1782-1830) dedujo su teoría de las fuerzas magnéticas, demostrándola admirablemente con las limaduras de hierro y el imán, y con la conducta de los adulones que rodearon a Napoleón.

    Como es dable apreciar, los cambios en las relaciones de posición pueden ser más complejos que el simple camine y comprender el ascenso (véase: volar) o el desaliento (véase: Barranca abajo).

    Los movimientos, asimismo, pueden ser muy sutiles, como sucede con el aire que cuando entra en sí mismo, sin salir de ningún lado, se llama viento. En esta parte nuestro conocimiento sobre el mover es bastante dudoso y transeúnte (véase: Tiempo coma Pronóstico del).

    Los movimientos intrínsecos, por otra parte, constituyen una incógnita aún más imprevisible; escapan a toda medición puesto que se trata de movimientos que no cambian de lugar el objeto movido.

    El más conocido de los movimientos intrínsecos es el llamado "estremecimiento", y puede observarse en el tornasol del buche de la paloma, en el sabor del vinagre y en los violines y otros instrumentos de cuerdas cuando se refieren a un bien perdido (véase: Albinoni, Tomaso coma el Adagio).

    Hay también formas referidas al verbo mover aún más internas e independientes; son las llamadas formas del estremecimiento constante que algunos autores radican en las inmediaciones del corazón.

    Frente a un sujeto sometido a un temblor continuo de segundo grado, o por emoción, se hacen inútiles el teodolito que mide ángulos topográficos, el microscopio electrónico y las reacciones químicas del azul de metileno.

    Por esto, María Julia, pienso en los peligros de acechar inmóvil tras una puerta y mirar sin ser vista y a lo mejor temblar en las horas de la madrugada, secretamente, como sucede con la rama de cerezo en flor cuando deja caer una gota de rocío acumulado y queda en el aire vibrando, estremecida, como esa larga nota de violín que dice y dice: "Oh dulces prendas por mi mal halladas".

 

Tomado de El libro de Jorge*, Ed. Club del Libro, Montevideo, 1976. 

* El libro de Jorge es una recopilación de textos de un autor deliberadamente anónimo, algunos de los cuales fueron leídos en el programa  "Discodromo" de radio Sarandí, conducido por Ruben Castillo en los '70. 

 


 

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