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-convivencias literarias-

 

# 154

 

 


 

"Todas las amigas que tuvo Lícoris, mi Fabiano,
han desaparecido. ¡Ojalá se haga amiga de mi esposa!"
Marcial

 

"Soy una dama acostumbrada a vivir entre Extraños. Usan idiomas

que desconozco y por educación sonrío si me miran pero no los
entiendo."

Graciela Cros
 


 

ÍNDICE

 

CUALQUIERA | La pareja unida y feliz |
GRAFFITTI  

PROSA | El checoslovaco | Alberto Laiseca |  
ENCUESTA

ÑUSLETER en VIVO | ¿Cómo se dice? |
POEMAS | Arguye de inconsecuentes... | Sor Juana Inés de la Cruz |  
RESPUESTAS
ENLACES | Cucharita |
AGRADECIMIENTOS
SUSCRIPCIONES | Cuartilla |

DEFINICIÓN | Terminar |

CONTACTO | niusleter@niusleter.com.ar | 

 

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CUALQUIERA

 

La pareja unida y feliz

 

 

    Querer llegar a formar una pareja unida y dichosa es una esperanza muy legítima. Es el deseo de todo corazón que ama. Pero, como es sabido por todos, el acierto armonioso de una pareja no es el resultado automático del matrimonio. Es cierto, como lo explicaremos más adelante, que la gracia sacramental del matrimonio contribuye para ese resultado feliz. Sin embargo, por muy eficaz que sea ella, no actúa automáticamente. No es suficiente haber recibido el sacramento del matrimonio para estar seguro de que ese matrimonio tendrá buen éxito. Lo prueba la experiencia: ¡cuántas parejas se prometen amor y fidelidad delante de Dios y, sin embargo, no llegan nunca a ser parejas unidas y felices! Al igual que los lazos religiosos, los lazos jurídicos (contraídos por contrato delante del notario o por disposición de la ley civil) no bastan. Estos lazos unen a los esposos delante de Dios y de los hombres, aunque no siempre estén los esposos unidos íntimamente entre sí. El amor no puede contentarse con esto. El amor de los novios les hace desear una unidad interior, de lo más íntimo de su ser. "Lo que más deseo es que entre Rogelio y yo todo marche bien. Si conseguimos entendernos bien, creo que el resto podrá soportarse". Así habla una novia que había comprendido que la unión de los esposos tiene lugar entre los propios esposos, en la intimidad de sus pensamientos, de su espíritu y de su amor.
    Nuestra novia dice que "el resto podrá soportarse". En efecto, los hogares felices no son los que no conocen pruebas. Los hogares felices tienen también dificultades materiales y enfermedades. Pero, teniendo su parte de prueba, los hogares felices ven por lo menos a los esposos permanecer bien avenidos, guardando entre ellos la buena armonía. Tales esposos no son roídos por dentro, en su mismo amor, por las dudas, las tentaciones, el desafecto hacia el otro cónyuge o, si alguna vez pasan por este tormento, superan la dificultad. Viviendo juntos los mejor y lo peor, tales esposos ven crecer su amor y desarrollarse a lo largo de los días y los años. En esta clase de hogares, el nudo central, constituido por el esposo y la esposa, está intacto; la unidad, la armonía interior entre los esposos permanece viva.
    ¿Cómo llegar a esta unidad interior que se advierte a veces en otro matrimonio y se desea para el propio hogar? ¿Cómo alcanzarla? ¿Cómo tender a ella desde los tiempos del noviazgo? Sería necesario examinar cada caso en particular, pero esto no es posible aquí. Al menos nos será útil conocer ciertos rasgos de la pareja unida y feliz.
    En la pareja unida y feliz se debe encontrar ante todo una misma orientación de vida. Los esposos deben estar de acuerdo sobre el sentido que dan a su vida. En la práctica, esto quiere decir que, para formar una pareja unida, es preciso un cierto grado de armonía sobre los problemas que se presentan a todo hombre. Si uno de los esposos orienta su vida insistiendo mucho en la búsqueda del dinero y el otro cónyuge tiene una visión más espiritual de la vida, es claro que estos esposos no podrán constituir una pareja unida y feliz. Los novios que deseen formar una pareja unida deberán, por tanto, intentar entenderse ante todo acerca de una concepción común y compartida de su vida.
    Para tender así a una misma orientación de la vida, Vds. deben tratar entre Vds. las cuestiones más fundamentales de su vida en común. Traten entre Vds. acerca de la personalidad de cada uno, del lugar del dinero en vuestro hogar, del trabajo, de las relaciones sociales, de los hijos que van a tener, del número de éstos y de su educación. Traten también acerca de la vida religiosa de vuestro futuro hogar. Testimonio de un novio: "Creo que por haber discutido la materia de cada uno de los cursos con mi novia, pude antes del casamiento abordar con ella las cuestiones más importantes". Después de haber discutido estas cuestiones y otras que ustedes juzguen importantes, esfuércense por construir entre los dos un ideal común, una misma orientación de vida. Ciertos novios, perdidos en las nubes de sus sueños, pueden imaginar que se trata de cosa fácil. La experiencia de los esposos muestra, por el contrario, que esta búsqueda de una misma orientación de vida es muchas veces laboriosa, que progresa a base de esfuerzos y retrocesos y que a lo largo de toda la vida conyugal exige constantes reajustes.
 

En Curso de preparación al matrimonio, Arquidiócesis de Montreal, Canadá, 1972.

 

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GRAFFITTI

 

"Bardeaste". En el Salvador y Carranza, mandado por Fernando M.
 


 

PROSA

 

El checoslovaco

    Ella estaba cada vez más gorda, decaída y vieja. Él, por el contrario, parecía con ello cobrar nuevos bríos. Podía tomárselo en cualquier jornada; ésta invariablemente lo hallaba más fuerte, saludable y coloradote que la precedente.
    Él era checoslovaco. Hacía casi veinte años que había emigrado al país que lo aceptó. Trabajaba como ingeniero en una fábrica y era bastante competente. Se hizo amiguísimo del dueño; aprovechó esto para tratar de seducir a la hija, que no carecía de atractivos. Curiosamente, no logró enganchar a la homenajeada pero sí a su amiga, muchacha un poco gordita y no fea del todo, a quien él jamás miró ni intentó conquistar. Como de estúpido no tenía nada, comprendió que con la otra perdía su tiempo y no insistió más; cambió de ruta en un segundo, enfilando sus cañones sobre la menos guarnecida plaza, quien se le rindió con armas y bagajes sin intentar -no ya diré una defensa a ultranza sino-, ni siquiera un simulacro diversivo vía diplomática.
Se casaron tres meses después; de esto, hacía diecisiete años.
    Comentaremos como curiosidad, que a él le decían “el ingeniero del tornillo filoso”. Vaya uno a saber la razón. Cierta vez el ingeniero del filoso tornillo fue al cine, a ver una película de terror. Quedó encantado. Siempre citaba ante sus escasos conocidos una frase de la cinta, que él atribuía al conde Drácula; “Mi querido amigo: las mujeres no son un vicio, son una necesidad” .
    El checoslovaco hablaba mal el idioma, pero no pésimo como a veces hacía creer. Cuando decidió matar a su esposa exclusivamente con armas secretas, en su arsenal contaba con el lenguaje; como si éste fuera la más letal e importante de sus ojivas nucleares de cabezas múltiples.
    Se proponía el crimen perfecto; según él, por razones de estética. Así le llevase tres décadas, ella debía morirse mucho antes que él por acción de su deliberada voluntad y el crimen, anto y ontológico, bello e impune, permitirle adueñarse de todo. “Las mujeres de piernas gordas no deberían existir -alegaba él ante sí mismo-; ofenden a la naturaleza. Deben ser eliminadas por razones éticas, estéticas, místicas y eróticas.” Diremos de paso que, curiosamente, si bien él hacía ya largo tiempo que manifestaba indiferencia sexual por su mujer, no bien se le ocurrió asesinarla con armas sutiles, sintió que sus apetencias dormidas despertaban feroces. Era como volver a estar enamorado.
    Se mostraba hasta dulce con ella. Casi afectuoso. Solía pararse quince minutos silenciosamente a su espalda en la cocina, mientras ella pelaba papas para la comida. No bien lo sentía, empezaba a ponerse nerviosa. “No puede retener cáscara” -decía en voz chirriante, mecánica, checoslovaca, en momentos en que ella no tenía ni la menor intención de permitir que algo se le cayera. Justamente, Gloria procuraba corregir tres manías que la obsesionaban día y noche: su torpeza, puesto que chocaba los muebles, las cosas se le caían, calculaba mal la energía con que debía extender la mano para tomar un vaso y el contenido se derramaba sobre la mesa. Su gordura y el terror cerval a las enfermedades y la suciedad, constituían sus otros dos focos sépticos de neurosis. De estos tres ángeles del Apocalipsis, el que mejor controlaba era el primero. Con una gran fuerza de voluntad y poniendo mucha atención -era bastante distraída-, moviéndose lentamente los primeros meses, había llegado a suprimir el ochenta por ciento de sus choques con muebles y otros objetos -un fracaso la ponía histérica-, suprimiendo así esa inelegancia grotesca.
    Por eso consideraba inoportuno e injustísimo que él removiera el avispero cuando se hallaba convaleciente de su torpeza. ¿A qué venía su “No puede retener cáscara”?
    La mujer pegó un brinco, empezando a encresparse. Al rato ya le temblaban las manos. Renació su inseguridad. Para colmo, él agregó como subrayando: “Quien no puede retener cáscara, ella de mano cae”.
    Gloria sabía que él tenía dificultades idiomáticas; pero comprendía muy bien que la pésima sintaxis de la frase había sido exagerada a propósito. En estos casos había que oírlo hasta el final si se quería comprender el sentido completo de la oración, que no era revelado salvo con la última palabra. Nótese la expresión “ella de mano cae” en apariencia una inoperante deformación monstruosa, risible incluso. Pero era todo lo contrario, pues las palabras, así absurdas y troglodíticamente dispuestas, la puntuación y construcción gramatical arbitrarias, dislocadas, tenían toda la fuerza carismática de lo feo. Estaban destinadas a tocar los resortes ocultos de la mujer.
    Era un plan perfecto y genial; Stepan, en efecto, estaba lleno de armas secretas. ¿Y por qué Gloria no se separaba? ¡Ah!: por inseguridad y masoquismo. Y él lo sabía a la perfección, así como no ignoraba ninguno de los otros puntos débiles de ella.
    Luego, él adoptaba un tono comprensivo y condescendiente: “Pasa a cierta edad. Un amigo mío tiene mal de Parkinson y tiembla. Qué feo”. Entonces, por fin las cosas se le caían: uno de esos cacharros de lata, por ejemplo, que hacen un ruido horrible y no hay forma de pararlos hasta que dan varias vueltas sobre sí mismos; existe la manera, por supuesto: agacharse en el acto y detenerlos con rapidez para que no giren, pero ello pone en claro la importancia que le damos al ruido, en momentos que uno sabe quién está detrás mirándolo todo: un verdugo atentísimo y lleno de sabiduría, alerta a cualquier reacción.
    Cuando la maniobra se veía coronada por el éxito, él decía una de esas palabras solitarias que ella temía más que a sus frases mal construidas: “Lapislázuli”. Después daba media vuelta y se iba. Era terrible el contraste entre el bello vocablo elegido, y el feísmo de la falta de coordinación motora que calificaba. Pero precisamente por ser bello es que lo escogía.
    Él la acechaba para ver si iba al espejo. Entonces, cuando ella desolada no podía menos que tener en cuenta sus arrugas y otras, le decía aquello tan temido por ser como una expresión de su subconsciente que se materializara: “Me acuerdo cuando yo era joven, en Checoslovaquia, mi patria...” Y no decía nada más. Nunca nada directo. O sí. Según el momento. Todo dependía. Podía agregar con genuina ternura: “Petunia”. Cuando ella empezaba a sonreír agradecida, aclaraba: “Petunia marchita”.
 

 

Hasta el final, ¿leer? Acá.


Alberto Laiseca (1941, Rosario) publicó libros: de poemas (Poemas chinos), de cuentos (Matando enanos a garrotazos), de ensayos (Por favor, ¡plágienme!) y novelas (Su turno para morir, Aventuras de un novelista atonal, La hija de Keophs, La mujer en la muralla, El jardín de las máquinas parlantes y Los Soria). Cuenta cuentos de terror en un programa en la tele. 

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ENCUESTA

 

En 100 palabras, ¿Qué porquería hizo (o le hicieron) en el amor? (una sola)

 

Envíe sus respuestas a: niusleter@niusleter.com.ar

 


 

ÑUSLETER en VIVO

 

-¿Cómo decís vosotros cuando estoy con un chica y...?

-Nosotros no decimos vosotros, decimos ustedes.

-Oh, disculpa, ¿cómo deciste ustedes cuando la hablas acá, a la oreja, así los cabellos?

-¿Calentura? ¿Mimo? ¿Arrumaco?

-Sí, claro, rumaco.

 

 

¿Taiér Literaturo?
Encuentros de leer y escribir.

 

Trasladan: Fernando Aíta y Alejandro Güerri

 

Para más información: 4896 0140 | 4205 4284.
O bien:
niusleter@niusleter.com.ar (Asunto: Taller literario).

 


 

POEMAS

 

Arguye de inconsecuentes el gusto y la censura de los hombres,
que en las mujeres acusan lo que causan


Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.

Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia,
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo

de vuestro parecer loco

al niño que pone el coco

y luego le tiene miedo.

 

Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que falta de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?

Mas entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y queja enhorabuena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada,
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.


 

Sor Juana Inés de la Cruz, nacida (en México) Juana de Asbaje y Ramírez de Cantillana (uff), vivió entre 1651 y 1695, cuando la mató una peste. En 1669, se hizo monja. Escribió poemas religiosos y profanos, teatro y autos sacramentales. 

 

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RESPUESTAS

 

¿Bajo qué forma le tienta más un/a diablo/a? (50_palabras)

 

La única vez que me tentó un/a diablo/a lo hizo en forma de un grupo de lesbianas y lo hizo para que firmara un petitorio (sepan comprender; salgo poco).
Darío R.

Bajo la forma de una docena de sándwich de miga triples y una botella de champaña volando en el desaparecido Concorde yendo a París.
Estela

Los pibes son como la mierda. Pero como la misma mierda. Igualitos a la mierda. El diablo me tienta más en forma de los pibes. Uno está sentado tratando de prestar atención, entender, tomar apuntes, permanecer despierto... todo en simultáneo y aparte al mismo tiempo. Por ahí (y abro un paréntesis para decir que por ahí es entre 5 y 10 minutos luego del inicio de la clase) nota un movimiento extraño... un cuchicheo, un intercambio de miradas, un par de señas obscenas. La concentración se desvanece. Ruido de hojas, lápices que se golpean contra la mesa. Después alguno le dice al oído: "¿Vamó a tomá una cocucha?"
Nacho

a Tope | 24hs
 


 

ENLACES

 

Dormir en tus brazos

 


 

AGRADECIMIENTOS

 

Denis, Yani y Tomi, bienvenidos a la Argentina.

Luciano Cánovas y los cocó.

Alfredo Lemon.
Marta Torres.
Claudio Ingratta.
Fernando Mayoral.
Adrián Escudero.

mei.

Javier Adúriz.

Mariano Carrara.
Julián Cánepa.
Emi Nuesch.

Fede Merea.
Herni La Greca.

Alias Samuel Beckett

 

 

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SUSCRIPCIONES

 

Para la dama y el caballero,
para el local y el extranjero,
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reenvíelo, no sea ladilla.

 

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DEFINICIÓN

 

TERMINAR:  Acabar (que en otra época era de mal tono ante personas de sexo femenino).

"Termino de llegar." (Trilussa (h.), Declaraciones de un ciempiés.)

"¡Ay!, no sé qué tengo, doctor, yo nunca termino." (Declaraciones de más de una señorita.)

 

En el Diccionario del argentino exquisito, de Bioy Casares.
 


 

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